Los espĂ­ritus del tranvĂ­a que se cayó al Riachuelo en 1930

Las almas de los 56 trabajadores sepultados tras un trágico accidente merodean por la zona ribereña, según los vecinos.

Casi 60 hombres, incansables trabajadores, que por capricho del destino fueron sepultados trágicamente por las oscuras aguas y en la actualidad son vistos o escuchados por quienes deambulan por la zona ribereña, en un accidente que enlutó al paĂ­s en 1930.

ÂżLa causa de la tragedia? Fue un combo conformado por tres factores: una falla mecánica, la neblina y el error humano. Este es considerado al accidente más grave protagonizado por un tranvĂ­a que haya ocurrido en nuestro paĂ­s desde que aparecieran, y el hecho además fue llevado a la gran pantalla, 23 años después, en 1953. En la actualidad, el relato de aquellos años está vigente porque varias personas aseguran seguir percibiendo estas presencias, aun cuando no han conocido la historia.

La historia
Este siniestro, conocido popularmente como “El accidente tranviario del Riachuelo”, ocurrió el sábado 12 de julio de 1930 a las 6.23 de la mañana, cuando el tranvĂ­a NÂș 75 de la lĂ­nea 105 (que recorrĂ­a el trayecto entre Temperley, en la provincia de Buenos Aires, hasta Plaza Constitución, en la Capital Federal) se precipitó al Riachuelo. Es decir, el siniestro fue en el lĂ­mite entre Capital y provincia, al entrar al Puente Bosch, justo cuando la parte central de esta plataforma habĂ­a quedado levantada. Como saldo, fallecieron 56 personas y sólo 4 pasajeros sobrevivieron.

El accidente
El interno 75 partió de Temperley, en el sur del Gran Buenos Aires, a las 5 de la mañana y en el trascurso, durante una hora, llenó su capacidad de 36 pasajeros sentados. AsĂ­, los siguientes pasajeros debieron viajar parados. Según cuenta la historia, esta formación transportaba en su mayorĂ­a a obreros de las localidades de Gerli, La Mosca y Piñeyro, quienes se dirigĂ­an a sus respectivos trabajos y tenĂ­an calculado, como parte de sus rutinas, llegar al centro porteño aproximadamente a las 7.

Historiadores revelaron que seguramente los temas más destacados que se podĂ­an tratar eran la polĂ­tica y el fútbol. Algunos sobre los rumores de golpe de Estado contra el presidente Hipólito Yrigoyen, y otros, sobre el cercano debut del seleccionado de la Argentina en el primer Mundial de la historia, a celebrarse en Uruguay.

Entre los pasajeros habĂ­a inmigrantes españoles, portugueses, rusos, polacos e italianos. Todo iba bien hasta que la intensa niebla que habĂ­a cuando el tranvĂ­a llegó al Puente Bosch, exactamente a las 6.20, hizo que el conductor no lograra ver con claridad que el puente tenĂ­a la parte central levantada, debido a que estaba pasando una lancha de carga. Por eso el chofer continuó la marcha a toda velocidad. Ya tarde, cuando se dio cuenta, hizo todos sus esfuerzos para frenar, aunque esto resultó imposible y el pesado vehĂ­culo con todos sus ocupantes se precipitó directo al agua. De las 60 personas que viajaban sólo cuatro lograron sobrevivir: Remigio Benadasi, José Hohe, Buenaventura Arlia y Gabina Carrera.

Los porqués
Según explicaron las autoridades luego, el accidente ocurrió debido a una sumatoria de sucesos. Si bien al principio fue acusado el conductor, Juan Vescio, por una supuesta “imprudencia” ya que le incriminaban el hecho de que no habĂ­a advertido la señal del puente, tras la investigación la Justicia comprobó que Vescio no notó la señal pero sĂ­, al advertir el peligro, intentó frenar descubriendo que la manija correspondiente sufrĂ­a un desperfecto, debido al desgaste y la falta de mantenimiento, y esto le impidió reducir la velocidad. Más tarde le atribuĂ­an que su error fue no haber cortado el suministro eléctrico y que malgastó vanamente su tiempo al forzar la manivela para frenar.

Al rescate
Al lugar del hecho llegaron rápidamente bomberos, policĂ­as y vecinos. Los pocos sobrevivientes que lograron escapar fueron socorridos por personal policial, lanchas y buzos de lo que por entonces era el Ministerio de Obras Públicas, pero la mayorĂ­a habĂ­a muerto. Inicialmente se identificaron 44 cadáveres. En paralelo, ante las tareas de rescate necesarias y la preparación que esto requerĂ­a, los medios de prensa llegaron al lugar y dejaron registro de todo. La cobertura periodĂ­stica tuvo dos publicaciones muy recordadas. Una por la narración de los hechos y el relato de sobrevivientes, testigos e investigadores, y la otra por su registro fotográfico de excelencia.

Alojado en una habitación del Hospital Fiorito de Avellaneda, Remigio Benadasi, un italiano de 56 años, relataba: “Fue tan rápido que, apenas pude reaccionar, estaba braceando en el Riachuelo”. Más tarde, Benadasi recordarĂ­a que se golpeó “contra el vidrio del tranvĂ­a y eso me permitió salir”.

Horas después, los forenses indicaron que, de los 56 cadáveres, cinco pertenecĂ­an a mujeres, y se cree que estas venĂ­an de la morgue que en aquellos años funcionaba frente a la Dársena Sur, en la isla Demarchi.

Repercusiones
La magnitud del accidente hizo que el por entonces intendente de Avellaneda, Alberto Barceló, se acercara hasta el puente. Fue asĂ­ como presenció el momento en que retiraban algunos de los 56 cadáveres. Su par porteño, José Luis Cantilo, también se mostró consternado por la situación y se hizo presente, en tanto el presidente Yrigoyen decretó duelo nacional.

Por último, los restos de los fallecidos fueron enterrados en el cementerio de Avellaneda. Hasta allĂ­ viajó una multitud, que poco a poco colmó el lugar para acompañar a familiares, amigos y vecinos en su último adiós. La tragedia está próxima a cumplir 90 años y lo notable es que aún hoy se habla de ella.

ÂżSiguen allĂ­?
Lo más llamativo es que en la actualidad quienes viven o recorren la zona se ven sorprendidos, ya que suelen escuchar gritos y voces extrañas. Varios son los vecinos que confiesan oĂ­r gemidos y llantos, y hasta algunos se animan a declarar que los vieron. Estos 56 espĂ­ritus errantes podrĂ­an estar perdidos en su camino, ese que debieron tomar cuando el tranvĂ­a cayó al agua. Pero sus almas no habrĂ­an realizado el pasaje completo, lo que hace que la gente de la zona ahora esté hablando de ellos. Voces, gritos desesperados y hasta sombras son el común denominador entre el relato de quienes allĂ­ residen. Por su parte, en la citada necrópolis también aseguran que algunos fantasmas rodean sus tumbas y que hasta muchas veces se escuchan sus viejas conversaciones.



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