El 11 de mayo de 1960 un comando israelĂ capturó a Adolf Eichmann en San Fernando. Las tareas previas para identificarlo. La orden de Ben Gurión. El paso a paso del los agentes del Mossad que vigilaron al criminal nazi. Los dĂas tensos de espera. El secuestro. Y la original forma de sacarlo del paĂs.
Llamémoslo José. Tiene 20 años, es argentino, estudia en la facultad y es de origen judĂo. Regresa al auto en el que lo están esperando. Tiene mala cara, vuelve abatido. Le dice a su compañero, al que conoce hace sólo dos dĂas, con tono lúgubre: “Se nos cayó la pista. No se llama Klement. El apellido es Eichmann”. El conductor del auto, el que esperaba, se tiene que esforzar para disimular su alegrĂa. “No pasa nada. Ya veré cómo sigo. SubĂ que te alcanzo”.
Ese fue el momento exacto en que Zvi Aharoni se convenció de que habĂa encontrado a su presa. TranscurrĂan los primeros dĂas de marzo de 1960. Aharoni tenĂa 38 años, era interrogador jefe del Shin Bet (Servicio de Seguridad de Israel) y esta era la primera misión que le encargaba el Mossad. HabĂa llegado a Buenos Aires una semana antes. DebĂa verificar que Adolf Eichmann, el criminal nazi, estuviera en Argentina y determinar su ubicación exacta. Entró al paĂs como diplomático, se alojó en la embajada israelĂ y para su pesquisa se valió de varios sayanim, voluntarios judĂos que se prestaban a realizar tareas de transporte, vigilancia, o asistencia médica que los agentes del Mossad pudieran necesitar. José era uno de ellos. Los sayanim sabĂan sólo lo imprescindible. Se les encargaba una tarea sin explicarles el contexto. Cuanto menos información poseyeran, mejor.
Aharoni no tenĂa demasiados datos sobre Eichmann. Una foto de cuando era oficial nazi durante la Guerra, que se hacĂa llamar Ricardo Klement y la dirección de dónde vivĂa con su familia. Chacabuco 4261, en Olivos. Pero el dĂa que llegó hasta la casa, en un auto manejado por otro sayanim, descubrió que la casa estaba vacĂa; la familia que vivĂa allĂ se habĂa mudado hacĂa unas semanas.
“No sé dónde fueron los alemanes”, respondió un vecino. No desesperó aunque empezó a sospechar que su misión serĂa un fracaso. ÂżCómo podĂa vivir Eichmann con su familia en esa casa con tan pocas comodidades y en estado deplorable? La pista debĂa ser falsa. Una pista falsa más en esa década de pesquisa.
/arc-anglerfish-arc2-prod-infobae.s3.amazonaws.com/public/LL7HHXIATVEZBIYCKLGM6I7O4A.jpg)
El documento con el nombre falso de Ricardo Klement que Adolf Eichmann usó en la Argentina (Yad Vashem)
Al dĂa siguiente regresó y tuvo más suerte. En el fondo de la vivienda trabajaban unos albañiles. Les preguntó por los antiguos habitantes y el trabajador le contó que se habĂan mudado a San Fernando. Cómo él le habĂa hecho algunos trabajos en su nuevo hogar, sabĂa cómo llegar. Y le explicó detalladamente al israelĂ cómo hacerlo. “Igual, si es algo urgente, cruce que en el taller mecánico de enfrente, trabaja el hijo”. AsĂ fue que al dĂa siguiente, José, el sayanim del principio de esta historia, fue al taller con un regalo que una supuesta antigua novia le enviaba a uno de los hijos del “Sr. Klement”. El mecánico que lo recibió le dijo que no era Klement, sino Eichmann el apellido. Mientras el sayanim pensó que la misión era un fracaso, Zvi Aharoni supo que estaba mucho más cerca de dar con Adolf Eichmann.
Esa noche, desde la embajada, envió un mensaje cifrado a Isser Harel, jefe del Mossad: “El conductor es rojo”. Significaba que probablemente Klement fuera Eichmann pero que todavĂa faltaba ubicarlo y despejar varias dudas.
El primer dĂa del fin de semana siguiente, Aharovi fue en colectivo hasta San Fernando. El albañil habĂa brindado precisas instrucciones. Reconoció el paisaje al arribar. La ruta 202, la calle Garibaldi sin asfalto, el kiosco en una esquina, la parada del 203 y a unos 100 metros la casa discreta en medio de un descampado. Tratando de pasar desapercibido hizo guardia un rato. Vio a una mujer y a un chico de unos 8 años jugando en la parte exterior. Nada más.
Rastreo la titularidad de la casa en el Registro de Propiedad Inmueble pero su esfuerzo fue infructuoso. Volvió dĂa tras dĂa, con distintos vehĂculos y sayanims para no llamar la atención. Alguna vez mandó a alguien a hablar con la nuera de Klement pero no obtuvo mayor información. Nunca vio a Klement. Pero los demás datos que iba recopilando indicaban que todo cerraba. Pero siempre faltaba la certeza definitiva. Y sobre todo verle la cara al criminal fugado.
Cuando estaba por tirar la toalla y reconocer el fracaso de su tarea, vio trabajar en las afueras de la casa a un señor mayor, de edad indefinida, enjuto, con poco pelo y a un joven de unos 20 años. Eichmann y uno de sus hijos. Aharavi se acercó a ellos. Y les hizo algunas preguntas. En su mano derecha llevaba un bolso con el cierre ligeramente abierto. La conversación no levantó sospechas. El hombre que charló con Aharavi se parecĂa a Eichmann y hablaba con fuerte acento alemán.
El terreno donde estaba la casa de Eichmann en San Fernando
Al regresar de San Fernando, Aharavi se apuró en abrir el bolso. QuerĂa saber si el dispositivo habĂa funcionado y en especial si él habĂa apuntado bien. Tuvo palpitaciones hasta que reveló las fotos. HabĂa logrado captar la cara de ese hombre. Él por fin tenĂa la certeza. Ricardo Klement era Adolf Eichmann.
Minutos después envió otro mensaje cifrado a Harel: “El conductor es negro”. Después de más de una década de búsqueda habĂan dado con el paradero del criminal nazi.
Aharavi regresó a Israel y a partir de ese momento el Mossad empezó a planificar la captura del nazi. Ben Gurion escuchó en silencio las explicaciones de Harel y aprobó la misión. Pero aclaró en tono firme: “Deben traerlo vivo y en perfecto estado. Será el primer nazi juzgado en Israel”.
El ministro de justicia explicó las posibilidades jurĂdicas y, en especial, las consecuencias internacionales. Era imposible pensar que Alemania o Argentina juzgaran a Eichmann. Decidieron aceptar las consecuencias del escándalo por la intromisión en un paĂs extranjero. Por secuestrar a una persona y sacarla del paĂs. Prefirieron pagar ese precio a cambio del impacto que tendrĂa el juicio.
Un equipo con una decena de especialistas empezó a trabajar. Cada uno llegarĂa a Argentina desde distintos puntos del planeta con diferentes coartadas. Se alojarĂan en casas que varios sayanim habĂan ido alquilando en esos dĂas sin saber para qué lo hacĂan. La operación se planificó paso a paso. Se seguirĂa a Eichmann varios dĂas hasta lograr determinar dónde trabajaba. De todas maneras por la información que habĂa aportado Aharavi lo más seguro parecĂa capturarlo algún atardecer en el que volvĂa a su casa. La lejanĂa de su lugar, lo inhóspito de la geografĂa de esa zona de San Fernando favorecĂa la operación.
Eichmann en la prisión israelĂ escribiendo su diario. Los agentes del Mossad se encontraron con un hombre enclenque y temeroso, una imagen muy lejana a la del terrible criminal nazi responsable de 6 millones de muertes (Shutterstock)
Antes de que los agentes se dispersaron por el mundo para volver a encontrarse en Buenos AIres hubo una charla final en la que se repasó paso a paso la misión. Se asignaron nuevas responsabilidades, se refrescaron protocolos de actuación y, antes de finalizar, Harel les recordó que era imprescindible mantener la integridad fĂsica de Eichmann. Todos los agentes habĂan perdido a gran parte de sus familias en los campos de concentración nazis y no querĂa que nadie perdiese la calma y se vengara.
El último problema a resolver fue el de establecer cómo salir de Argentina con Eichmann. Barajaron varias posibilidades. Escape en auto por una frontera, viaje en barco o por avión. La más rápida y segura parecĂa esta última pero contaba con un problema. La aerolĂnea de bandera israelĂ no hacĂa vuelos a Buenos Aires. Alguien propuso que se hiciera un vuelo de prueba, para ver si la aerolĂnea podĂa incorporar en el futuro esa ruta. Pero era demasiado riesgoso y era una excusa que podĂa llamar demasiado la atención. El regreso marĂtimo era demasiado extenso y el peligro aumentarĂa en cada puerto. Hasta que una comunicación del ministerio de relaciones exteriores israelĂ proporcionó la solución casi de manera casual. El 25 de mayo de 1960 Argentina celebraba los 150 años de la Revolución de Mayo. Diversas delegaciones extranjeras fueron invitadas a los festejos. Isser Harel consiguió que Israel enviara una y asĂ, en ese avión, sacarĂan a Eichmann.
A principios de mayo de 1960 el equipo completo estaba en Buenos Aires. Harel, como jefe del Mossad, también viajó. TenĂa citas con los distintos miembros en los cafés más variados de la Capital. La observación habĂa determinado que Eichmann regresaba todos los dĂas hábiles a su casa a las 19.40. A esa hora exacta bajaba del 203, sacaba la linterna de su bolsillo, paraba en el kiosco de la esquina a comprar cigarrillos y hacĂa los 80 metros que lo separaban de su casa a ritmo cansino. Luego, al entrar, saludaba, prendĂa algunas lámparas a kerosén (no tenĂa luz eléctrica), jugaba un rato con su hijo menor y cenaba. La rutina era perfecta, implacable.
Eichmann durante el juicio que se llevó a cabo en Israel en 1961 (Everett/Shutterstock)
Un dĂa, Klement bajó del colectivo con un ramo de flores que le entregó en la puerta de su casa a su esposa; por la ventana se veĂa la mesa del comedor con su mejor mantel y unas velas. Los habitantes de la casa de la calle Garibaldi estaban de festejo. La incógnita se develó, esa misma noche cuando los agentes israelĂes llegaron a una de las múltiples casas operativas que habĂan instalado en Buenos Aires (llegaron a tener siete simultáneamente). El legajo les dio la respuesta: ese dĂa Adolf y Vera cumplĂan 24 años de casados. Eso celebraban los Klement. El aniversario de casamiento de los Eichmann
No pudieron determinar dónde trabajaba (luego se sabrĂa que en la Mercedez Benz). AsĂ que la única opción para secuestrarlo era su casa. La oscuridad otoñal de la hora del regreso jugaba a favor de los agentes israelĂes.
El 11 de mayo los agentes del Mossad esperaban en dos autos negros sobre la ruta 202 en San Fernando. Estaban separados por una decena de metros. Uno de ellos tenĂa el capot levantado simulando problemas mecánicos. A las 19.40 apareció el 203. Puntual. Hamacándose ligeramente se acercó a la parada disminuyendo la velocidad. Los cuerpos dentro de los autos se tensaron. Pero el colectivo siguió de largo. Los agentes se miraron. Nadie dijo nada. Durante los siguientes minutos el silencio y el nerviosismo crecieron. Pasaron otras dos unidades del 203 y de ninguna bajó su presa. Por primera vez desde que lo vigilaban el hombre se habĂa demorado. Y si lo desolado del paisaje les jugaba a favor para la tarea, también era una contra si el tiempo pasaba. Detenidos demasiados minutos allĂ llamarĂan la atención. El jefe dio la orden: “Uno más y nos vamos”. A las 20.04 otro interno del 203 se detuvo en la parada. El hombre que buscaban bajó por la puerta trasera, encendió la linterna y enfiló por la calle Garibaldi hacia su hogar. El momento habĂa llegado.
Al verlo de cerca, algunos de ellos dudaron. No podĂan creer que el criminal nazi era ese hombre vencido, prematuramente avejentado, que alumbraba sus pasos débiles con una linterna.
Pasó por al lado del automóvil sin prestar atención; tal vez saludó con un leve movimiento de cabeza. De pronto, Peter Malkin, el agente israelĂ, lo derribó de un empellón y lo inmovilizó. Malkin habĂa practicado esa toma centenares de veces. Pese a las especulaciones previas todo fue sencillo y no encontraron resistencia. El criminal de masas era un ser débil y endeble fĂsicamente. Lo tiraron en el piso de la parte de atrás del auto y mientras lo maniataban y amordazaban, partieron raudos hacia el escondite que habĂan previsto. La presa temblaba sin parar.
Cuando capturaron a Eichmann tuvieron que esperar varios dĂas en una casa, vigilándolo durante las 42 horas, antes de poder volar fuera del paĂs (Leopald Joseph/ANL/Shutterstock)
ÂżPodĂa ser éste individuo enclenque y temeroso el responsable de más de 6 millones de muertes? Las dudas atiborraban a los captores. Al llegar a la casa donde lo tendrĂan hasta la partida a Israel, el médico del equipo, con la ficha con los datos personales y señas particulares de Eichmann en la mano, procedió a revisarlo. Prontamente, el secuestrado reconoció ser Adolf Eichmann.
Una vez capturado e identificado el funcionario nazi, el Operativo Eichmann enfrentaba su mayor desafĂo: mantenerlo oculto hasta el momento que lo pudieran embarcar hacia Israel. Todos los miembros del equipo debĂan moverse lo menos posible, para no despertar sospechas. Descontaban que tenĂan unos dĂas a su favor. La esposa no harĂa la denuncia en forma inmediata, y en caso de que la hiciera, no develarĂa a la policĂa la verdadera identidad de su esposo. Pasados esos primeros dĂas, y descartadas las hipótesis de una fuerte borrachera o de un escape fruto de una aventura amorosa, el peligro aumentaba.
Los agentes israelĂes escuchaban permanentemente los informativos radiales y buscaban en los diarios, noticias sobre la desaparición de Eichmann, pero nada apareció. Con el paso de los dĂas, ese también fue un dato de anormalidad, perturbador. Si cualquier otro empleado de la Mercedes Benz (casi cualquier otro: tal vez no ocurrĂa lo mismo con alguno de los otros 36 alemanes empleados en la fábrica en la época de Jorge Antonio) desaparecĂa, transcurridos unos dĂas, la noticia hubiera sido publicada en todos los diarios de Buenos Aires. Cada movimiento extraño alrededor de la casa, cada frenada abrupta de un auto en las inmediaciones, los inquietaba. HabĂan tomado precauciones.
El criminal nazi en la prisión donde esperó el juicio por sus terribles crĂmenes (Shutterstock)
Uno de los agentes sometĂa a Eichmann a un interrogatorio exhaustivo sobre sus actividades durante el régimen nazi, grabado para ser difundido a la prensa internacional, en caso de ser descubiertos y detenidos por las autoridades argentinas.
Los israelĂes tomaron más precauciones de lo debido. Álvaro Abós pone el foco en ello: “Los agentes sobrevaloraron dos espacios: la unidad, capacidad y fortaleza de los antiguos nazis refugiados en Buenos Aires y la capacidad logĂstica y de inteligencia de la policĂa argentina”.
Eichmann estaba en una quinta en la localidad de San Miguel cerca de la ruta 197. El encierro, al avanzar los dĂas, flagelaba a los agentes israelĂes. Fueron varios dĂas de ocultamiento y convivencia con su presa. La moral declinaba. Pero nada podĂan hacer. Sólo esperar. Y no levantar sospechas.
Una mujer y un hombre del equipo se hacĂan pasar por matrimonio para que el casero no viera nada extraño. Los demás no salĂan de sus escondites. HabĂa permanentemente una doble guardia. Una externa que cuidaba que nadie se acercara a la propiedad; y una interna: las 24 horas del dĂa habĂa alguien mirando a Eichmann, quien no podĂa estar solo ni un segundo. Lo afeitaban, le daban de comer, un médico lo atendĂa: era fundamental llegar con él a Israel en buen estado y poder mostrárselo al mundo.
El croquis de la casa de Eichmann realizado por los comandos israelĂes
La relación de los israelĂes con Eichmann era escasa y tensa. Sólo Peter Malick tuvo charlas con él más allá de los interrogatorios de rigor. Era una guerra contra el tiempo, contra la espera. DependĂan de la llegada a la Argentina del avión que transportaba a la delegación oficial del Estado de Israel que participarĂa en los festejos por los 150 años de la Revolución de Mayo. En ese avión trasladarĂan a Eichmann, camuflado como un piloto de la aerolĂnea. El plan era arriesgado, pero era el único viable. La dificultad no residĂa en traspasar las endebles fronteras argentinas, sino en llegar a Israel sin ser detenidos en otras jurisdicciones.
Eichmann, al ser informado del plan, pidió que no lo sedaran. Aseguró que no ofrecerĂa resistencia alguna. No habĂa motivos para dudar de su sinceridad. Desde el mismo momento de su detención, se mostró solĂcito y participativo. Pero los israelĂes no se arriesgaron y le suministraron tranquilizantes. En el aeropuerto adujeron que un miembro de la tripulación, luego de una noche de copas, se sentĂa mal. Hasta volcaron algo de whisky sobre su ropa para que despidiera más olor. Fueron pasando los controles con este miembro de la tripulación descompuesto. Lo subieron al avión entre dos, inconsciente.
El avión hizo escala en Dakar dónde sabĂan que no serĂan detenidos. El 23 de mayo de 1960 Adolf Eichmann llegó a Jerusalén. 24 horas después, la noticia estaba en la primera plana de todos los diarios del mundo.
Un criminal de guerra nazi serĂa sometido a juicio en Israel.