Isabel Sarli: el dĂ­a que le dio una cachetada a un sacerdote

El incidente de la cachetada que Isabel Sarli le propinó a un cura que la habĂ­a agraviado fue otra de las numerosas situaciones que tanto la actriz como Armando Bo debieron soportar como muestra de la intolerancia en la Argentina de los años 70.

Cabe señalar, en este sentido, el contexto histórico del paĂ­s y el cuadro emocional que se encontraba viviendo la Coca por ese entonces. La trama de este episodio tuvo lugar, puntualmente, durante la primavera de 1979, en los años de plomo, desapariciones, censuras y prohibiciones. Isabel no lograba recuperarse de la muerte de su ser más querido: MarĂ­a, su madre, quien la habĂ­a acompañado durante toda su vida y habĂ­a sido su principal sostén, acompañamiento y contención.

En consecuencia, se encontraba emocionalmente muy frágil; no podĂ­a superar, en definitiva, aquella pérdida para la que no se encontraba preparada, más allá del apoyo anĂ­mico que le podĂ­a dar Armando.



La reunión habĂ­a sido organizada por el Instituto Nacional de CinematografĂ­a, con el objetivo de dar a conocer los guiones que habĂ­an sido autorizados. Habrá que ubicarse en ese contexto: el paĂ­s estaba gobernado por una de las dictaduras más atroces y de mayor represión. En consecuencia, muchos artistas, productores y directores se dieron cita aquella vez por una cuestión de formalidad.

Isabel le habĂ­a dicho una y otra vez a Armando Bo que no se encontraba en condiciones de salir de su vivienda en MartĂ­nez. “No, Armando, no insistas, no puedo ir, no me siento con ganas”. Sin embargo, el realizador y actor no cejó en su cometido: “Nos conviene, tenemos que ir... debemos seguir filmando y no podemos permanecer a espaldas de los ‘entorchados’ (asĂ­ denominaba a los militares). Hacé un esfuerzo, por favor, es por nuestras pelĂ­culas", según reseñó el periodista Néstor Romano en su biografĂ­a sobre la gran estrella erótica de nuestro cine.

Mal clima

AsĂ­ dadas las cosas, Isabel finalmente aceptó y eligió un vestido de fiesta, ajustado al cuerpo y, obviamente, con un escote generoso, bien al estilo de la Coca y que le habĂ­a diseñado el amigo de la pareja, el legendario Paco Jamandreu. Armando la pasó a buscar por MartĂ­nez y se dirigieron a un edificio que era utilizado por los militares para realizar diversos eventos de promoción y que estaba ubicado en Parera a metros de Quintana, pleno barrio de Recoleta.

Durante un momento de la reunión, el realizador Carlos Borcosque (hijo) se encontraba conversando con el padre Zaffaroni, quien reparó en la presencia de VĂ­ctor Bo, quién también habĂ­a ido hasta ese lugar para apoyar el emprendimiento cinematográfico de su padre, Armando, y del que formaba parte. Borcosque, ante la consulta del sacerdote en cuestión, se lo presentó y al advertir el religioso el vĂ­nculo de VĂ­ctor con los filmes de Isabel Sarli, su ánimo empezó a cambiar de manera notoria y, ahĂ­ nomás, le advirtió sobre el efecto nocivo que generaban en la sociedad argentina las pelĂ­culas de su padre. Ni corto ni perezoso, VĂ­ctor fue a comentarle dicho episodio a su progenitor con lujo de detalles. Entonces, Armando se acercó hasta el cura y le pidió explicaciones y al observar que la situación podĂ­a generarle mayor incomodidad, se alejó del lugar y se dirigió a la calle para fumar un habano.



A todo esto, Isabel se encontraba charlando con el exhibidor cinematográfico Guillermo Cyrulnik; en tanto, muy cerquita, estaba otro productor, Clemente Lococo (h), quien al observar la presencia cercana del cura tuvo, probablemente, la no muy afortunada idea de presentárselo a Coca.

Con toda la inocencia del mundo, tan caracterĂ­stica en la personalidad de la diva, le preguntó al sacerdote, en relación a la reciente muerte de su madre: “La muerte de mi mamá, padre, me sigue afectando muchĂ­simo. ÂżCómo hago para superar este golpe?”, pidiendo de alguna manera una palabra de alivio, de contención para mitigar la crisis emocional que estaba experimentando. Zaffaroni, de manera intempestiva y con su dedo Ă­ndice señalando el escote de la estrella, lanzó una serie de amenazas y agresiones: “¡Mire cómo anda! Usted no va a tener perdón de Dios... no le da vergĂŒenza”.

Superada por la bronca y la indignación, Isabel le asestó con la mano derecha un tremendo cachetazo al rostro del cura y con la otra, lo tomó del cuello, perdiendo el equilibrio el sacerdote y cayendo sobre una mesa en la que habĂ­a sándwiches y bebidas. Isabel habĂ­a montado en cólera, estaba fuera de sĂ­. Varios se acercaron hasta la estrella para cercarla y que no incurriera en algún nuevo golpe, mientras que el damnificado, ayudado por dos productores, se ponĂ­a de pie. La situación no terminó ahĂ­, Como consecuencia de los nervios, Coca tropezó y cayó de rodillas, llorando desconsoladamente; a todo esto habĂ­an llegado Armando y su colega Alejandro Doria, quienes la ayudaron a reponerse. Entonces, Armando la tomó del brazo y la sacó del lugar, y Sarli le pegó con su puño cerrado a un mármol, ocasionándose heridas.

Ante una requisitoria periodĂ­stica, Zaffaroni expresó después su versión de los hechos: “En un determinado momento de la reunión, la señora se acercó a mĂ­, yo no la conocĂ­a y le pregunté quién era y me comentó, luego, que era católica y que educaba a su hija en un colegio religioso. Más adelante le dije que desperdiciaba su talento en un género inferior cinematográfico y me aseguró que lo hace porque el público se lo pide... posteriormente, se echó a llorar”.

En tanto, Isabel destacarĂ­a luego que “le pegué una cachetada porque ofendió la memoria de mi madre”. Fue, en definitiva, un gran testimonio sobre la mentalidad que imperaba en el paĂ­s por esos años, entre el totalitarismo, la intolerancia y los castigos ancestrales de la Edad Media. Isabel, solamente, defendió su dignidad y lo hizo de acuerdo con sus más firmes convicciones.


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