El milagro de Tonga: la historia de seis chicos que sobrevivieron solos a un naufragio en medio del PacĂ­fico

Vivieron 15 meses en una isla deshabitada llamada ’Ata. TenĂ­an entre 13 y 16 años y crearon una comunidad de ayuda mutua. El best seller holandés Rutger Bregman contó su historia a partir de un diálogo con uno de ellos y el capitán del barco que los rescató

El Señor de las Moscas, de William Golding, es la novela más conocida del premio Nobel británico. Fue también la primera y pasó casi inadvertida en 1954 —después de la Segunda Guerra Mundial, muy pocos tenĂ­an ganas de leer una historia sobre la pérdida de la inocencia y el imperio de la barbarie y el caos en el alma humana—, pero con los años se convirtió en un clásico y fue filmada dos veces. El historiador holandés Rutger Bregman la leyó en su adolescencia y quedó muy impresionado.

Incómodo, además de impresionado: la historia de un grupo de chicos como él perdidos en una isla desierta se le hacĂ­a demasiado oscura. Él y sus amigos no habrĂ­an actuado asĂ­, pensaba, si hubieran debido sobrevivir solos a un accidente de aviación, como planteaba Golding en su historia llena de crueldad, sinsentido y muerte. ÂżEra acaso muy ingenuo?

La inquietud permaneció en el fondo de la cabeza de Bregman, autor del best seller global UtopĂ­a para realistas. Cuando escribió un artĂ­culo comparando la novela con la investigación cientĂ­fica sobre psicologĂ­a y concluyó que probablemente los niños de la vida real se habrĂ­an comportado en solidaridad, recibió respuestas escépticas: sus ejemplos se limitaban a menores en la escuela, en un campamento, en la casa. Bien distinto serĂ­a en una situación lĂ­mite. Entonces la buscó. Y la encontró: en 1965 un grupo de adolescentes de Tonga se lanzaron al mar y naufragaron en una isla desierta. Sobrevivieron 15 meses.


En El Señor de las Moscas, el premio Nobel William Golding planteó una distopĂ­a muy diferente de lo que fue la historia de Tonga. (ITV/Shutterstock)

Al principio topó con una pista falsa: “Un dĂ­a, en 1977, seis niños salieron de Tonga en un viaje de pesca. Atrapados en una gran tormenta, naufragaron en una isla desierta. ÂżQué hizo, esta pequeña tribu? Un pacto: nunca pelearse”, leyó en un blog dudoso. Investigó en los medios de Australia y no encontró nada. Porque 1977 habĂ­a sido un error: el año del rescate, en realidad, fue 1966. Lo comprobó en The Age, un periódico que en su edición del 6 de octubre de 1966 tituló “Espectáculo dominical para los náufragos tonganos”.

Escribió Bregman en Humankind, su nuevo libro —que Yuval Noah Harari elogió porque lo hizo “ver la humanidad desde una perspectiva nueva”—, que la historia aludĂ­a a seis niños que tres semanas antes habĂ­an aparecido perdidos en un islote rocoso al sur de Tonga, en el océano PacĂ­fico. “Los niños habĂ­an sido rescatados por un capitán australiano después de haber quedado varados en la isla de 'Ata durante más de un año. Según el artĂ­culo, el capitán incluso consiguió que un canal de televisión hiciera una recreación de la aventura de los muchachos”, citó en su libro que sale en inglés en junio y anticipó The Guardian.

El capitán se llamaba Peter Warner: Bregman comenzó a buscarlo. Además de hablar con él, que tenĂ­a 83 años, encontró a uno de aquellos chicos, ahora de 67 años, llamado Mano Totau. Juntos reconstruyeron la historia.


Peter Warner (izq.) y Mano Totau, el capitán y uno de los adolescentes rescatados, recordaron la aventura para el historiador holandés Rutger Bregman.

“Peter era el hijo menor de Arthur Warner, quien alguna vez fue uno de los hombres más ricos y poderosos de Australia”, escribió el historiador holandés. En la década de 1930 Warner padre dirigĂ­a el emporio Electronic Industries, que dominaba el mercado de las radios en el paĂ­s. Se suponĂ­a que Peter serĂ­a el heredero, y para eso su padre lo habĂ­a educado. Pero a los 17 años Warner se escapó de su casa.

Navegó a Hong Kong, a Shanghai. Desde San Petersburgo cruzó el Báltico hasta Estocolmo, donde se quedó a estudiar. TenĂ­a 22 años cuando regresó a Australia con su certificado de capitán, en sueco. Su padre no se dejó impresionar: ÂżpodrĂ­a por favor estudiar algo útil ahora, como administración de empresas? Peter comenzó a trabajar en Electronic Industries pero mantuvo su corazón cerca del mar: cada tanto navegaba y por fin creó en Tasmania una pequeña flota pesquera.

Por ese negocio lateral llegó a Tonga en el invierno de 1966. Al regresar se dio el lujo de tomar un desvĂ­o en la masa de agua cerúlea y vio allĂ­ una formación rocosa. 'Ata, le indicaron sus mapas. HabĂ­a tenido habitantes hasta 1863, cuando un barco de traficantes de esclavos secuestró a la población nativa para venderla. Desde entonces habĂ­a quedado desierta, y olvidada por su historia maldita.

SeguĂ­a su camino cuando notó algo raro.


Luego de la tormenta que destruyó casi totalmente la embarcación, los niños sobrevivieron casi 15 meses solos en una isla rocosa.

“A esos niños los habĂ­an dado por muertos. ÂĄSe han hecho funerales!”

“Mirando a través de sus prismáticos vio manchas quemadas en los acantilados verdes”, reconstruyó Bregman. “En los trópicos es raro que los incendios comiencen espontáneamente”, le dijo Warner 50 años más tarde.

Entonces vio a un chico.

“Desnudo, con el pelo hasta los hombros. Esta criatura salvaje saltó desde el acantilado y se arrojó al agua. De pronto otros niños lo siguieron, gritando con todas sus fuerzas. No pasó mucho tiempo hasta que el primer muchacho llegara a su barco. ‘Me llamo Stephen’, gritó en perfecto inglés. ‘Somos seis y creemos que llevamos aquĂ­ unos 15 meses’”, se lee en Humankind.

A bordo, los niños le contaron que eran estudiantes de un internado en Nuku‘alofa, la capital tongana. Hartos de la comida de la escuela, habĂ­an decidido salir a pescar un dĂ­a. Una tormenta les hizo imposible la navegación y se perdieron.

- Tengo seis menores aquĂ­ conmigo -informó Peter por radio.


El Señor de las Moscas es una historia sobre la pérdida de la inocencia y el imperio de la barbarie y el caos en el alma humana. (Two Arts/Cd/Kobal/Shutterstock)

- Aguarde un momento —le contestó el operador.

Pasaron 20 minutos. La historia le resultaba tan increĂ­ble como verosĂ­mil a medida que conocĂ­a los detalles. Por fin el operador regresó, gritando emocionado:

- ÂĄLos encontró! A esos chicos los habĂ­an dado por muertos. ÂĄSe han hecho funerales! Si son ellos, es un milagro.

Ocho dĂ­as perdidos en el mar

“En los meses que siguieron traté de reconstruir con la mayor precisión posible lo que sucedió en 'Ata. La memoria de Peter resultó ser excelente”, escribió Bregman. “Todo lo que contó coincidĂ­a con mi otra fuente principal, Mano, que tenĂ­a 15 años en aquel momento”.

La historia comenzó en junio de 1965 en un internado católico muy estricto, donde seis niños de 13 a 16 años, Mano Totau, Tevita Siola’a, Sione Fataua, Luke Veikoso, Fatai Latu y Kolo Fekitoa, alimentaban fantasĂ­as de viajes. QuerĂ­an ir a Fiji, a unos 800 kilómetros. ÂĄO acaso podrĂ­an ir hacia el sur, llegar hasta Nueva Zelanda!


La isla de 'Ata, en el océano PacĂ­fico, estuvo habitada hasta 1863, cuando un barco de traficantes de esclavos secuestró a la población nativa para venderla.

Ninguno tenĂ­a un barco. AsĂ­ que el dĂ­a que lograron escapar de la escuela debieron improvisar una solución, y tomaron prestado el de un pescador que les caĂ­a mal, Taniela Uhila. Lo cargaron con dos bolsas de bananas, algunos cocos y un pequeño quemador de gas. A ninguno se le ocurrió llevar un mapa o una brújula.

“Aquella tarde nadie advirtió que la pequeña embarcación salĂ­a del puerto. El cielo estaba despejado; sólo una brisa leve agitaba el mar en calma”, siguió el autor. “Pero esa noche los muchachos cometieron un error grave: se durmieron. Horas más tarde se despertaron porque el agua les golpeaba las cabezas. Estaba oscuro. Izaron la vela, que el viento despedazó rápidamente. Lo siguiente que se rompió fue el timón”.

Quedaron a la deriva durante ocho dĂ­as. “Sin comida, sin agua”, recordó Mano. Trataban de atrapar peces con las manos y de juntar agua de lluvia en las cáscaras vacĂ­as de los cocos. CompartĂ­an equitativamente lo poco que conseguĂ­an.


Mano Totau tenĂ­a 15 años cuando vivió esta aventura increĂ­ble con otros cinco adolescentes.

“Entonces, en el octavo dĂ­a, observaron un milagro en el horizonte. Una pequeña isla”, siguió Bregman su relato. “No precisamente un paraĂ­so tropical con palmeras ondulantes y playas de arena, sino una enorme masa de roca que sobresalĂ­a 300 metros sobre el océano. Actualmente 'Ata se considera inhabitable. Pero 'cuando llegamos”, escribió el capitán Warner en sus memorias, ‘los niños habĂ­an establecido una pequeña comuna con un jardĂ­n de vegetales, troncos de árboles ahuecados para almacenar agua de lluvia, un gimnasio con pesas curiosas, una cancha de bádminton, corrales de gallinas y un fuego permanente, todo hecho con sus manos, la hoja de un viejo cuchillo y mucha determinación’. Mientras que los niños en El Señor de las Moscas llegan a los puños por el fuego, los de esta versión de la vida real cuidaron su llama para que nunca se apagara durante más de un año".

La pequeña comuna de 'Ata

Para trabajar los adolescentes se dividieron en tres grupos de dos, que rotaban en el cuidado del jardĂ­n, las tareas de cocina y la guardia por si alguien divisaba el fuego y se acercaba. Las peleas nunca llegaron a mayores y en general se arreglaron separando un rato a quienes las habĂ­an causado. Empezaban y terminaban sus dĂ­as con una oración y una canción: Kolo hizo una guitarra con un trozo de madera, medio coco y seis cables recuperados del naufragio. Construyeron una balsa, pero apenas salieron de la isla la destrozaron las olas.

Un dĂ­a Stephen se resbaló en un acantilado y cayó. Se rompió una pierna. Los otros lo subieron y le inmovilizaron la pierna con palos y hojas.


Kolo hizo una guitarra con un trozo de madera, medio coco y seis cables recuperados del naufragio.

—No te preocupes —le dijo Sione—, haremos tu trabajo por ti mientras te quedas ahí echado como el mismísimo rey Taufa‘ahau Tupou —todos conocían al monarca de Tonga, que acababa de heredar el trono de su madre, la reina Salote Tupou.

Al comienzo se alimentaron de peces, cocos, huevos de aves marinas y aves, de las que también bebĂ­an la sangre. Luego exploraron el terreno y encontraron un antiguo cráter de volcán, donde habĂ­an vivido los habitantes originales. AllĂ­ encontraron malanga salvaje, plátanos y pollos que se habĂ­an reproducido libremente durante los 100 años que la isla estuvo deshabitada.

El 11 de septiembre de 1966 Warner los rescató. El médico que los revisó no podĂ­a creer que el hueso de Stephen hubiera soldado tan bien.

Todo parecĂ­a de cuento de hadas hasta que la policĂ­a de Nuku‘alofa se presentó y dijo que tenĂ­a una orden de arresto para los seis por haber robado el barco de Uhila. El pescador seguĂ­a furioso y los habĂ­a denunciado.


En 'Ata los adolescentes encontraron un antiguo cráter de volcán, donde habĂ­an vivido los habitantes originales y prosperaban la malanga salvaje, los plátanos y los pollos.

Warner no podĂ­a creer el giro surrealista del asunto. Se le ocurrió entonces una idea: el naufragio parecĂ­a hecho para Hollywood, asĂ­ que llamó al gerente del Canal 7 de Sidney, con quien tenĂ­a negocios por la empresa familiar, y le ofreció los derechos de la historia para la televisión australiana. Con eso los chicos pagaron 150 libras a Uhila en compensación por el barco destruido, y quedaron en libertad. Pocos dĂ­as después llegó un equipo para filmar la recreación.

“Cuando los muchachos regresaron con sus familias en Tonga los ánimos estaban jubilosos. Casi toda la isla de Ha’afeva, de 900 habitantes, habĂ­a acudido a darles la bienvenida”, escribió Bregman. “Peter fue proclamado héroe nacional. Pronto recibió un mensaje del rey Taufa‘ahau Tupou, quien lo invitó a una audiencia. ‘Gracias por rescatar a seis de mis súbditos’, dijo su alteza real. ‘Ahora, Âżhay algo que pueda hacer por usted?’. El capitán no tuvo que pensarlo mucho. ‘¡SĂ­! Me gustarĂ­a pescar langostas en estas aguas y abrir aquĂ­ una empresa’. El rey accedió”.


Rutger Bregman, autor del best seller internacional "UtopĂ­a para realistas", exploró el aspecto positivo del ser humano en su nuevo libro, "Humankind".

Warner regresó a Australia, renunció a la compañĂ­a de su padre y encargó un nuevo barco. Con el tiempo los chicos se convirtieron en su tripulación.

Contra las grandes ideas, de Nicolás Maquiavelo a Thomas Hobbes, sobre el mal esencial del ser humano, Bregman contó en su nuevo libro —del cual el caso de los niños náufragos de Tonga es sólo un capĂ­tulo— una historia distinta. “El Señor de las Moscas de la vida real es un relato de amistad y lealtad, uno que muestra hasta qué punto somos mucho más fuertes si nos podemos apoyar los unos a los otros”, escribió.

Al despedirse de Warner, recibió un regalo: “Sus memorias, me explicó, escritas para sus hijos y sus nietos. Miré la primera página. ‘La vida me ha enseñado mucho’, comenzaba, ‘incluida la lección de que siempre tenemos que buscar lo bueno y lo positivo en los demás’", lo citó.




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