TenĂan 21 y 17 años, eran de clase media acomodada, crueles y perversos. Convirtieron un juego en la sangrienta cacerĂa de una vĂctima al azar. Los psiquiatras estudiaron sus mentes, y los diagnósticos fueron contundentes. Ocurrió en España hace 26 años y provocó el horror en la sociedad.
Carlos Moreno Fernández era un señor absolutamente normal. Un español, de 52 años, empleado de limpieza de la empresa El Impecable Ibérico, en la ciudad de Madrid. Era un trabajo que habĂa conseguido, para mantener a su mujer y a sus tres hijos, luego de haber pasado mucho tiempo desempleado.
La madrugada del sábado 30 de abril de 1994 estaba esperando el colectivo nocturno, en la parada de la calle Bacares del barrio de Manoteras. VenĂa de visitar a su amante Modesta L. (51 años, también madre de tres hijos), que vivĂa en la zona. La visitaba periódicamente y los viernes se quedaba hasta más tarde. Los dĂas que cobraba solĂa darse el lujo de volver a su casa en taxi, pero esa noche prefirió ahorrarse el dinero y regresar en ómnibus. SerĂa la peor decisión de su vida.
Eran las 4 de la madrugada cuando se sentó en el banco de la parada del autobús y se prendió un cigarrillo. AhĂ estaba, tranquilamente fumando, desprevenido, cuando dos demonios adoradores de las pesadillas sangrientas lo acorralaron.
El juego de la muerte
La noche del viernes 29 de abril, Javier Rosado (21) y Félix MartĂnez (17), dos jóvenes de clase media acomodada madrileña, tenĂan planeado al detalle el macabro crimen que llevarĂan a cabo como parte de un juego creado por Javier. Se habĂan puesto ropa vieja para la ocasión, sabĂan que iban a ensuciarse. HabĂan seleccionado armas blancas y se habĂan munido de unos guantes de látex que Javier habĂa robado del laboratorio de la universidad a la que concurrĂa. Ya tenĂan, además, confeccionadas unas fichas sobre las posibles vĂctimas... A una la habĂan titulado BENITO, y representaba al arquetipo de un hombre al que ellos llamaban âestúpidoâ.
Estuvieron listos para zarpar a la una y media de la mañana, cuando empezaba a transcurrir el sábado. AsĂ pertrechados salieron de caza. Su primer objetivo era atrapar y asesinar a una mujer joven...
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El cuerpo de Carlos Moreno Fernández, la "presa" elegida al azar por los dos jóvenes españoles para llevar adelante su macabro juego (Captura El Código del Crimen)
Eligieron el barrio de Manoteras por dos motivos: estaba en las afueras y era poco transitado por la noche. La primera persona que se cruzaron en su camino, fue descartada. Era un varón que vieron en una parada de colectivos âcon unos walkman y cara de idiotaâ, relatarĂa imperturbable Javier Rosado mucho tiempo después. Terminaron hablando los tres de cosas triviales hasta que llegó el ómnibus y el hombre se marchó a su casa. No se enteró de que habĂa salvado su vida por un pelo, por algo tan sencillo como no encajar en las reglas del malévolo juego que estipulaban que, antes de las 4 de la madrugada, la vĂctima sólo podĂa ser una mujer.
Frustrados, los asesinos continuaron su marcha y divisaron a una mujer que sacaba la basura. Pero no les dio tiempo a nada y, además, tampoco era joven. Un rato más tarde, avistaron a una chica que iba acompañada por un hombre. No resultaba conveniente. Luego se toparon con una pareja de novios. Javier Rosado estaba muy fastidiado por los contratiempos que se les presentaban para respetar las consignas. EscribirĂa, en su diario personal, un par de horas después: âÂĄMaldita manĂa de acompañar a las mujeres a sus casas!â.
La noche se iba y ellos, sin presa posible a la vista, rezumaban sangre. Las reglas del juego Razas creado por el mismo Rosado establecĂan que, después de las 4, podrĂan elegir a cualquier vĂctima, incluso un hombre con la condición de que fuera âregordeteâ y âestúpidoâ.
A las 4.15 lo encontraron en otra parada de colectivos. Carlos Moreno Fernández no era un ser humano para ellos, era solo una ficha que debĂan conquistar: âMira ése... tiene cara de idiota y lleva unos calcetines estúpidosâ, le dijo Rosado a su compañero.
Una vez aprehendido, el lĂder del dúo, relatarĂa la escena de la siguiente manera: âSerĂan las cuatro y cuarto, a esa hora se abrĂa la veda de los hombres. Mi compañero propuso coger un taxi, atracarle y degollarle. Rehusé el plan. Vi a un tipo andar hacia la parada de autobuses. Era gordito y mayor, con cara de tonto. Se sentó en la parada (âŠ) Era rechoncho, con una cara de alucinado que apetecĂa golpear, barba de tres dĂas, una bolsita que parecĂa llevar ropa y una papeleta imaginaria que decĂa quiero morirâ.
Carlos Moreno Fernández fue hallado, al dĂa siguiente, en el barranco del parque por un conductor de ómnibus que se habĂa parado a fumar un cigarrillo. La escena era macabra: habĂa sido apuñalado 19 veces, degollado, destripado y tenĂa la columna quebrada
Se acercaron a él y le exigieron su dinero. âPon las manos a la espalda y muestra el cuelloâ, le ordenó Rosado. Los atacantes sacaron a relucir los cuchillos, pero Carlos -que llevaba encima su paga de la semana- se resistió con todas sus fuerzas. Forcejeó con ellos y los insultó. Los jóvenes se limitaron a empujarlo, mientras lo iban hiriendo a cuchilladas, hacia la barranca del parque donde estaban.
En un momento de la lucha Carlos Moreno mordió a Javier en un dedo con tal fuerza que parte del guante de látex quedarĂa en su boca luego de muerto. Como la ficha que habĂan elaborado de âBenitoâ decĂa que la vĂctima debĂa morir degollada, mientras Rosado se concentraba en concretar la consigna, Félix MartĂnez se dedicó -como también lo indicaba el juego- a âdebilitarâ a la presaâ dándole navajazos en el estómago.
Rosado detalló en su diario los pormenores de la agonĂa de Carlos Moreno y sus inútiles intentos por escapar. Las puñaladas no iban a los órganos vitales sino todo contrario, porque el objetivo de Rosado y de MartĂnez era que su vĂctima âdebĂa morir lentamente y con gran sufrimientoâ.
Carlos peleó por su vida durante 20 minutos y murió tal como lo habĂan planeado sus verdugos.
Cuando terminaron su faena se encontraron exultantes, creĂan haber cometido el crimen perfecto y concretado su hazaña lúdica. Se felicitaron y se fueron a sus casas tan tranquilos. Antes de conciliar el sueño Rosado rellenó la ficha que tenĂa para âBenitoâ. Lo dibuÂjó con bigote, con la bolsa donde guardaba su ropa de trabajo e incluso les puso puntaje a sus cualidades: Fuerza 8/ Poder 6/ Carisma 4/ Inteligencia 6/ Tamaño 15/ Voluntad 16. Después de describirlo todo en varias hojas, se tiró a dormir. Se sentĂa invencible.
Justamente serĂa el ego desbocado de Javier Rosado el que le permitirĂa a la policĂa, meses más tarde, resolver el caso.
Una confesión y una biblioteca reveladora
El cadáver de Carlos Moreno Fernández fue hallado, al dĂa siguiente, en el barranco del parque por un conductor de ómnibus que se habĂa parado a fumar un cigarrillo. La escena era macabra: habĂa sido apuñalado 19 veces, degollado, destripado y tenĂa la columna quebrada. En el bolsillo del pantalón la policĂa halló las 60.000 pesetas que habĂa cobrado el viernes. El móvil del robo quedó totalmente descartado. También se halló en su boca un trozo de un guante de látex. Pero los investigadores no tenĂan con quién vincularlo: los autores del crimen no estaban fichados por delito alguno.
La idea con la que estaba obsesionado Javier Rosado no era continuar con sus estudios de QuĂmica, sino seguir matando. QuerĂa salir de nuevo de cacerĂa y hacerlo mejor que la primera vez (Captura El Código del Crimen)
Pasaron los meses y el horrendo homicidio parecĂa que quedarĂa impune. HabĂa, además, otro hombre asesinado, en la misma zona unas semanas antes, cuyo cuerpo apareció con 70 puñaladas y sin ojos. Eso dio lugar a la especulación y a que los medios hablasen de que podrĂa haber circulando, por la ciudad, un asesino en serie.
No estaban tan errados. Porque lo cierto es que la idea con la que estaba obsesionado Javier Rosado no era continuar con sus estudios de QuĂmica, sino seguir matando. QuerĂa salir de nuevo de cacerĂa y hacerlo mejor que la primera vez.
Seis meses después tenĂan planeada, con Félix MartĂnez, una segunda excursión sangrienta. Rosado era demasiado vanidoso y alardeó frente a otros amigos de 17 años (Jacobo, Javier y Enrique) con los que también jugaba a Razas, sobre el primer crimen. QuerĂa ser convincente para involucrarlos en el siguiente asesinato.
Audaz y presuntuoso no se le ocurrió dudar de su capacidad de captación, ni pensar que alguno de esos jóvenes podĂa delatarlo. Uno de ellos, Enrique, se asustó demasiado y terminó confesando lo que habĂa escuchado a un cura del barrio. Le dijo que Javier y Félix se habĂan pavoneado de haber matado a ese hombre de las noticias llamado Carlos Moreno.
El cura entró en estado de alerta: le recomendó a Enrique que le contase inmediatamente todo a su padre. El padre escuchó a su hijo con atención y fueron directo a la policĂa a denunciar los hechos.
Si no fuera por Enrique quizá nunca se hubiese sabido la verdad.
La policĂa terminó arrestando a Rosado y a MartĂnez el mismo dĂa en que tenĂan planeado salir por su âsegunda presaâ. Ya habĂan comprado los guantes de látex. Fueron detenidos y puestos a disposición de la justicia. Obtuvieron, además, una orden de registro para allanar sus domicilios.
Las armas que encontraron los investigadores en la casa de Javier Rosado (Captura El Código del Crimen)
Entrar al dormitorio de Javier Rosado les deparó una pavorosa sorpresa: el joven tenĂa una completa biblioteca del horror. HabĂa en ella más de 3.000 volúmenes de todos los temas posibles: desde manuales de ocultismo y obras del Marqués de Sade y sobre Adolf Hitler, hasta revistas con temas paranormales y manuales para juego de rol. También hallaron quince cuchillos. Era una habitación siniestra.
Afortunadamente Rosado y MartĂnez habĂan dejado tras ellos muchas huellas. El resto del guanÂte en la boca de su vĂctima; el reloj de Félix que habĂa caĂdo en la escena y el pormenorizado diario de Rosado hallado en su casa... En esa crónica confiscada del crimen contaba que cuando fue detenido, meses después, todavĂa usaba una venda en su dedo lastimado porque âal meterÂlo en la boca del idiotaâ (sic) habĂa sido fuertemente lesionado.
La montaña de pruebas en su contra no menguó la autoestima de Javier Rosado quien espetó con ironĂa:
âÂĄDios mĂo, no puedo creer que yo haya hecho eso! Tengo la duÂda de que sea verdad o sea ficticio.
Se necesitarĂan varios expertos y muchos estudios en mentes en extremo complejas para dilucidar este tremendo caso.
ÂżQuién era Javier Rosado?
Javier Rosado Calvo (nacido en Madrid en 1973), era un estudiante de tercer año de QuĂmica y tenĂa 21 años cuando se convirtió en homicida. Su padre era ingeniero industrial y solĂa jugar al ajedrez con él; su madre, era enfermera. Su hermano un año mayor, era su compañero de facultad porque habĂa repetido tercero en la carrera de QuĂmica. TenĂa una vida cómoda, no le faltaba nada. Si bien de pequeño habĂa sido un poco enfermizo, alérgico y habĂa padecido problemas intestinales, en la adolescencia se habĂa revelado como un excelente estudiante. Devoraba libros y pasaba de curso sin esfuerzo. Gozaba de carisma y era capaz de ganarse la admiración de sus pares. Nadie en su entorno familiar imaginó jamás que en su inteligente mente anidara semejante sadismo.
Félix MartĂnez Reséndiz (nacido también en Madrid, en 1977) era en cambio un estudiante de secundaria que procedĂa de una familia disfuncional. Su padre habĂa muerto de Sida (por consumo de drogas) cuando él tenĂa solo un año. Su madre, mexicana, era también drogadicta. Al poco tiempo de enviudar se volvió a casar, pero esa pareja le duró solo cuatro años. Ella falleció también de Sida, dos años antes de que su hijo se convirtiera en un temible criminal. Félix no tenĂa hermanos ni contención alguna. No le gustaban los deportes, ni las motos, ni las chicas todavĂa. Era un apasionado de ciertas lecturas fantásticas, le gustaba escribir poemas y estaba obsesionado por el juego de rol, una práctica que venĂa de Estados Unidos y que estaba haciendo furor en España en los años â90. Félix era un perfecto caldo dónde Rosado podrĂa cultivar su maldad.
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Javier Rosado Calvo era un excelente alumno. Devoraba libros y pasaba de curso sin esfuerzo. Gozaba de carisma y era capaz de ganarse la admiración de sus pares. Nadie en su entorno familiar imaginó jamás que en su inteligente mente anidara semejante sadismo
El fatĂdico encuentro entre Rosado y MartĂnez ocurrió una tarde, en una cancha de fútbol del barrio de ChamartĂn, donde ambos vivĂan. MartĂnez quedó obnubilado al ver a un joven cinco años mayor que él, desgarbado, de 1,90 m de altura, de grandes ojos azules tras unos gruesos anteojos, recitar impactantes frases desde unas gradas. Ese joven demostraba tener una seguridad envidiable. Intrigado se acercó para ver si aquel chico estaba jugando al juego de rol.
El joven que declamaba en voz alta era Javier Rosado, y lo que gritaba eran estrofas de libros de Howard Phillips Lovecraft (el famoso escritor norteamericano de novelas y relatos de terror y ciencia ficción). Para desilusión de Félix, Javier Rosado no sabĂa jugar al rol. Pero no importó demasiado, porque ese mismo dĂa nació entre ellos una relación peligrosamente estrecha. Se volvieron inseparables. Félix MartĂnez encontró en Javier Rosado, a su maestro, a su hermano de alma, a su lĂder. Y Javier en Félix, al amigo manipulable, a la compañĂa incuestionable que necesitaba para concretar sus oscuros deseos.
Fue durante una convalecencia de Rosado por una lesión en una pierna, que MartĂnez le alcanzó a su casa un juego de rol para que se distrajera. Javier aprendió enseguida los mecanismos y decidió que inventarĂa un juego infinitamente mejor: más creativo y con sus propias reglas.
Creó, entonces, Razas: un juego donde la humanidad se diÂvidĂa en 39 razas o arquetipos que él habĂa inventariado basándose en personajes y nombres novelescos. La raza 37 correspondĂa a los psicólogos, la 25 a las mujeres, la 22 al hombre, la 1 al bien y la 7 al mal. Era un peligrosĂsimo cóctel de ideas extremas con el que logró obsesionar también a Félix MartĂnez. A veces, el juego consistĂa en impedir la llegada a puerto de un barco o destruir una ciudad o matar a una mujer imaginaria que traicionó a su raza. Lo cierto es que, a medida que pasaba el tiempo, el tablero les resultaba demasiado chico y aburrido. Rosado propuso, entonces, avanzar un paso más: los jugadores tenĂan que salir a concretar su jugada y matar de verdad.
Apuntes del horror
En su diario Ăntimo Javier Rosado lo escribĂa todo. Su sadismo plasmado sobre papel horrorizó hasta a los más veteranos investigadores. La opinión pública estaba escandalizada. Algunos de sus horripilantes textos:
-âMis sentimientos por hacer el asesinato en sĂ mismo no existĂan en absoluto, demostrándome que mi mente era frĂa y calculadora en cualquier situación y dándome esperanzas para otras acciones. No sentĂ remordimientos ni culpas, ni soñé con mi vĂctima, ni me inquietaba el que me pillaran. Todo eso eran estupidecesâ.
-âYo memoricé el nombre de varias calles por si tenĂamos que saÂlir corriendo y en la huĂda tenĂamos que separarnos. Quedamos en que yo me abalanzarĂa por detrás mientras él le debilitaÂba con el cuchillo de grandes dimensiones. Se suponĂa que yo era quien debĂa cortarle el cuello. Yo serĂa quien matara a la primera vĂctima. Era preferible atrapar a una mujer, joven y bonita (aunque esto último no era imprescindible, pero sĂ saludable), a un viejo o a un niño. Llegamos al parque en que se debĂa cometer el crimen, no habĂa absolutamente nadie. Sólo pasaron tres chicos, me pareció deÂmasiado peligroso empezar por ellos (...) En la parada de autobús vimos a un hombre sentado. Era una vĂctima casi perfecta. TenĂa caÂra de idiota, apariencia feliz y unas orejas tapadas por un walkman. Pero era un tĂo. Nos sentamos junto a él. AquĂ la historia se tornó caÂsi irreal. El tĂo comenzó a hablar con nosotros alegremente. Nos conÂtó su vida (...) Mi compañero me miró interrogativamente, pero yo me negué a maÂtarleâ.
-âSerĂan las cuatro y cuarto, a esa hora se abrĂa la veda de los hombres (...). Vi a un tĂo andar hacia la parada de autobuses. Era gordito y mayor, con cara de tonto. Se sentó en la parada (...) La vĂctima llevaba zapatos cutres y unos calcetines ridĂcuÂlos. Era gordito, rechoncho, con una cara de alucinado que apetecĂa golpear y una papeleta imaginaria que decĂa: âQuiero morirâ. Si hubiese sido a la 1.30 no le habrĂa pasado nada, pero ÂĄasĂ es la vida!â
-âLe dijimos que le Ăbamos a registrar. ÂżLe importa poner las maÂnos en la espalda?, le dije yo. Él dudó, pero mi compañero le cogió las manos y se las puso atrás. Yo comencé a enfadarme porque no le podĂa ver bien el cuelloâ
La "ficha" con los datos de la vĂctima, dibujado en el extremo superior de la hoja, del juego Razas que Javier Rosado habĂa creado (Captura El Código del Crimen)
-â... le dije que levantara la cabeza, lo hizo y le clavé el cuchillo en el cuello. Emitió un sonido estrangulado. Nos llamó hiÂjos de puta. Yo vi que sólo le habĂa abierto una brecha. Mi compañero ya habĂa empezado a debilitarle el abdomen a puñaladas, pero ninguna era realmente importante. Yo tampoco acertaba a darle una buena puñalada en el cuello. Empezó a decir âno, noâ una y otra vez. Me apartó de un empujón y empezó a correr. Yo corrĂ tras él y pude agarrarle. Le cogĂ por detrás e intenté seguir degollándole. OĂ el desgarro de uno de mis guantes. Seguimos forcejeando y rodamos. âTĂralo al terraplén, hacia el parque, detrás de la parada de autoÂbús. AllĂ podrĂamos matarle a gustoâ, dijo mi compañero. Al oĂr esÂto, la presa se debatió con mucha más fuerza. Yo caĂ por el terraplén, quedé medio atontado por el golpe, pero mi compañero ya habĂa baÂjado al terraplén y le seguĂa dando puñaladas. Le cogĂ por detrás paÂra inmovilizarle y asĂ mi compañero podĂa darle más puñaladas. La presa redobló sus esfuerzos. Chilló un poquito más: âJoÂputas, no, no, no me matéisââ
-âYa comenzaba a molestarme el hecho de que ni morĂa ni se deÂbilitaba, lo que me cabreaba bastanteâŠâ
-âSe me ocurrió una idea espantosa que jamás volveré a hacer y que saqué de la pelĂcula Hellraiser. Cuando los cenobitas de la pelĂÂcula deseaban que alguien no gritara le metĂan los dedos en la boca. Gloriosa idea para ellos, pero qué pena, porque me mordió el pulgar. Cuando me mordió (tengo la cicatriz) le metĂ el dedo en el ojoâ
-âSeguĂa vivo, sangraba por todos los sitios. Aquello no me imporÂtó lo más mĂnimo. Es espantoso lo que tarda en morir un idiota (âŠ) Llevábamos casi un cuarto de hora machacándole y seguĂa intentando hacer ruidos. ÂĄQué asco de tĂo! Mi compañero me llamó la atención para decirme que le habĂa sacado las tripas (...) Vi una porquerĂa blanquecina saliendo del abdomen...â
-â A la luz de la luna contemplamos a nuestra primera vĂctima. SonreĂmos y nos dimos la manoâ.
-âÂĄPobre hombre!, no merecĂa lo que le pasó. Fue una desgracia... buscábamos adolescentes y no pobres obreros trabajadores. En fin, la vida es muy ruin. Calculo que hay un 30% de posibilidaÂdes de que la policĂa me atrape. Si no es asĂ, la próxima vez le tocaÂrá a una chica y lo haremos mucho mejorâ.
Juego de rol: Âżculpable o inocente?
Desde que fueron detenidos los jóvenes, la discusión en la opinión pública versó sobre el juego de rol.
Estos juegos pasaron a ser los culpables de todo. Hubo incluso quienes aseguraron que llevarlos a cabo podrĂa provoc
ar ânecrosis en el cerebroâ. Eso sostuvo un artĂculo titulado Una Necrosis similar, de Rafael Torres y publicado por El Mundo, en junio de 1994. En él se afirmaba que jugarlos producĂan ânecrosis fulminantes en los tejidos de la cabeza y del corazón, aparte de desprecio por la realidad e ignoranciaâ y que promovĂa la psicopatĂa. El tema se habĂa salido de su cauce y crecĂa como una bola de nieve.
Javier Rosado y Félix MartĂnez, en realidad, habĂan puesto en práctica las ideas de un juego inventado por Javier, no un juego de rol. De todas formas, el caso quedó bautizado como âel crimen del juego de rolâ, a tal punto que la sociedad vinculó inevitablemente a este tipo de experiencias lúdicas con patologĂas criminales. El propio y engreĂdo criminal, Javier Rosado, habĂa menospreciado al juego de rol diciendo: âEl rol me repugna. Sólo he jugado a Razas. Es un juego inventado por mĂ, en el que no interviene el azar. Por eso se juega sin dados. Es un juego de estrategia. El tiempo no existe, el acto carece de importancia, eso da igual, la persona carece de importanciaâ. A los psiquiatras les aseguró muy enojado que su juego era mucho más importante que el juego de rol: era âsu obraâ, una âfilosofĂa totalâ a la que habĂa dedicado más de mil páginas.
Una de las pelĂculas inspiradas en el caso fue la española Nadie conoce a nadie, de Mateo Gil, estrenada en 1999 y que ganó un premio Goya
Tanto años después la discusión emerge estéril. ÂżQué más da cómo llamaran a su perverso juego estos dos jóvenes perturbados?
La familia de la vĂctima y el Tribunal Supremo rechazaron la hipótesis del juego de rol de la defensa que tendĂa a enmascarar la psicopatĂa de dos frĂos asesinos.
La sentencia del 25 de junio de 1998 eliminó cualquier atisbo de culpa sobre los juegos de rol: los culpables reales eran Javier Rosado y Félix MartĂnez.
Algunos directores de cine trataron de aprovechar el fenómeno mediático de los juegos de rol para filmar sobre el tema. Una de las pelĂculas inspiradas en el caso fue la española Nadie conoce a nadie, de Mateo Gil, estrenada en 1999 y que ganó un premio Goya. Otra, fue Jugar a matar, de Isidro Ortiz, mucho más parecida a la historia real, y que fue producida en 2003 para la televisión española.
ÂżQué hay en la mente de un asesino?
La investigación del homicidio tenĂa un gran desafĂo por delante: descubrir qué pasaba por las mentes de estos dos jóvenes asesinos.
La de Félix MartĂnez resultó menos compleja. Se veĂa que habĂa sido cooptado por Rosado de una manera brutal. Su pasado vulnerable era una posible causa para semejante adicción a las crueles ideas de su amigo. Apenas detenido reconoció los hechos que se le imputaban y pidió perdón a la familia de la vĂctima.
Rosado, por el contrario, fue todo un reto para los peritos que estudian el comportamiento humano y los mecanismos de la mente. Rechazó en todo momento su participación en el crimen y durante el juicio mostró una actitud altiva, desafiante y prepotente.
ÂżQué hay en la mente de un asesino? ÂżEstaba loco o se hacĂa? Los psiquiatras e investigadores se debatĂan frente al horror (Captura El Código del Crimen)
Tanto la madre como el hermano mayor de Javier Rosado, reconocieron no haber observado en él ninÂgún comportamiento que los condujera a pensar que necesitaba algún tratamiento psiquiátrico. No refirieron alteraciones de memoria, que hablara solo, ni que tuviera múltiples personalidades. Aseguraban que era introvertido, muy estudioso y un voraz lector.
La clave del caso era ver qué ocurrĂa en su cabeza: los psicóticos no son responsables de sus actos y no tienen conciencia del âyoâ, pero los psicópatas sĂ y pueden terminar en la cárcel.
Los padres de Javier Rosado contrataron entonces los servicios del profeÂsor de PsiquiatrĂa Forense de la Universidad Complutense de MaÂdrid, José Antonio GarcĂa Andrade. Con el profesional habló mucho de su invención del juego Razas y de los personajes que habĂa creado. Le dijo que se veĂa a sĂ mismo parecido a Cal: âSin Cal yo no serĂa lo que soy. Con él aprendĂ a aprender. Lo conocĂ en 1988; Cal es doÂlor; el bendito sufrimiento. Ama los cuchillos, los objetos punzantes o cualquier cosa que pueda producir dolor, aunque lo que más le fasÂcina es el dolor del alma (...) Aprender a usar el dolor es disfrutarlo como el placer. El dolor de los puntos de sutura que me dieron en la rodilla cuando tuve un accidente es mayor que el orgasmo con una mujer. El dolor es mejor que el plaÂcer y más barato (...) Cal dice que cometió el crimen del que se me acusa. Lo haÂce para dañarme, para enseñarme, para causarme pena, desesperaÂción, pero Cal no mata, sólo torturaâ.
Sus dichos eran para ponerle los pelos de punta hasta al profesional más frĂo. Para GarcĂa Andrade su cliente estaba loco, era psicótico y padecĂa una âesÂquizofrenia paranoide, además de personalidad múltiple psicótica y amnesia disociativaâ. Por lo tanto, no se le podrĂa imputar delito alguno.
El juzgado recibió también un informe de las psicólogas de la ClĂnica Médico Forense de Madrid, Blanca Vázquez y Susana Esteban. Javier Rosado decĂa leer muchĂsimo y ellas corroboraron que tenĂa una relativa cultura de lo fantástico, pero también que no sabĂa cosas básicas de cultura general como, por ejemplo, quién era Martin Luther King. El informe que redactaron sostuvo que Rosado era un psicópata responsable y condenable por sus actos: âEste diagnóstico implica un trastorno de personalidad que no afecta en absoluto a su capacidad de entender y obrar (...). El sujeto sabe lo que quiere hacer y quiere hacerlo cuando lo haceâ. Para ellas, en su informe de 21 páginas entregado en octubre de 1994, Javier Rosado âse trata de un sujeto altamente peligroso (...). Bajo circunsÂtancias favorables podrĂa cometer cualquier crimen violento y sádiÂco. Odia a la sociedad y a las personas, con las que no se siente implicado más que de forma racional. Busca activamente reconociÂmiento socialâ.
Dos semanas después, el psiquiatra Juan José CarrasÂco Gómez y el médico forense Ramón Núñez Parras, presentaron otro estudio sobre Rosado. Ellos concluyeron que sus trasÂtornos no eran buscados conscientemente, porque aseguran serĂa muy difĂcil simular un cuadro clĂnico tan complejo. Y agregaron que no creĂan que hubiera un tratamiento con âgarantĂa de una evolución favorable».
Por su parte, la familia de la vĂctima y su abogado el doctor Javier Saavedra, asesorados por otros psiquiatras y peritos, sostuvieron que Javier era un psicópata dueño de todos sus actos porque âsi hubiera encontrado junto a la vĂctima a un guardia civil, un psicótico habrĂa cometido el crimen igualmente, pero Javier RoÂsado, no: él discernĂa el peligroâ.
Saavedra aseguró que Rosado no sólo no era esquizofrénico sino que se trataba de un psicópata resÂponsable y consciente de cada cosa que hizo porque âel lenguaje del psicópaÂta es estructurado, racional y lógico, como el de Javier; los psicópatas son seres racionales, muy manipuladores, que engañan mucho, ambicioÂnan el poder y para ello se valen del lenguaje. Mientras que al psiÂcótico no le interesa el poderâ.
Javier Rosado enloqueció a todos los especialistas y llevó su juego hasta el final. Se decĂa incompetente para saber si habĂa cometido el crimen o no y aseguraba que si intentaba averiguarlo se podĂa declarar dentro de su cabeza una guerra civil entre las razas por los peligrosos pasillos que habĂa en su cerebro.
Hacerse el loco
Cuando el juicio estaba por finalizar Rosado escogió la opción de decir sus últimas palabras, en lugar de guardar silencio. Rechazó la idea de estar loco y, por el contrario, aseguró estar en sus cabales. Incluso reconoció que él empuñó el cuchillo pequeño para aquel crimen: âEl cuchillo grande lo llevaba Félix, no yo...â, se delató.
La jueza MarĂa del Carmen Compaired dictó sentencia: Rosado no estaba loco, se hacĂa el loco; no tenĂa doble personalidad y era plenamente consciente de sus acciones. Félix MartĂnez, en cambio, era para ella solamente el peón de Rosado, el compañero que requerĂa para llevar a cabo su crimen, con ensañamiento y alevosĂa.
El 18 de febrero de 1997, Rosado fue sentenciado a 42 años y 2 meses de prisión por asesinato, robo y conspiración. Su cómplice, Félix MartĂnez, fue condenado a 12 años y 9 meses de reclusión por los mismos delitos. Le rebajaron sustancialmente la pena por haber sido menor de edad.
Pero ninguno de los dos condenados cumplirĂa sus sentencias completas.
Félix... se fue a BerlĂn
En prisión, Félix MartĂnez, empezó a estudiar Informática. Su buena conducta y el hecho de mostrarse responsable en sus tareas asignadas en la cocina, sumados a su auténtico arrepentimiento, determinaron su pronta salida de la cárcel. Cumplió solamente 4 de los 12 que le habĂan sido impuestos y, con 21 años, quedó libre.
Dejó la cárcel, pero no fue directamente a su casa. Durante más de un año debió compartir un departamento para presos manejado por la Fundación Horizontes Abiertos, que dirigĂa el cura jesuita Jaime Garralda. Al dejar el piso, Félix decidió rehacer su vida en BerlĂn. Habló con su padrastro (aquel segundo marido de su madre) y ambos vieron que era la mejor forma de escapar del asedio de la prensa.
Vivió varios años en Alemania, pero regresó a Madrid en 2006. Desde entonces vive en el anonimato. No tiene redes sociales y no figuran propiedades a su nombre. Solo trascendió que visitó aquel piso carcelario de la Fundación Horizontes Abiertos para agradecer su apoyo: âYa tengo mi vida organizada y querĂa daros las gracias. No quiero hablar más de aquello; el rol y aquel chico ya no existen, han muerto. Ahora soy otra personaâ.
Los sorprendentes âlogrosâ del convicto
Rosado aprovecharĂa muy bien el tiempo de reclusión e intentarĂa llamar, nuevamente, la atención haciendo historia. Se convirtió en el primer preso de España en terminar tres carreras universitarias durante su encierro: se licenció en QuĂmica, en Matemática y en IngenierĂa Técnica de Informática. Además, estudió inglés. Logró con su capacidad sorprender a todos. Su buen comportamiento en el penal y las clases de matemáticas que daba a los presos le permitieron reducir su pena. Curiosamente, si lo hubiesen declarado enfermo mental, hubiese ingresado en un pabellón psiquiátrico y quizá no hubiese salido jamás.
Durante su reclusión, Javier Rosado, hizo lo que no habĂa hecho en el juicio: se reconoció como autor del crimen en una carta que envió a sus padres. DecĂa asĂ:
âEl tiempo sigue... Por fin veo sentido a mi privación de libertad, a los nueve años, seis meses y dos dĂas generando en vosotros tanto sufrimiento. El castigo que estoy pagando es justo para lo que hice. Obviamente, nunca más haré a nadie el más mĂnimo mal. Le he dicho al abogado que mire cuál es el mejor procedimiento para pedir perdón a los familiares de la vĂctimaâ. La carta era un intento más de Rosado para convencer a los jueces de su arrepentimiento, algo de lo que dudaban los fiscales, y conseguir asĂ permisos de salida de la cárcel.
âJavier Rosado es un psicópata, carece de empatĂa, su inteligencia no es emocional sino descriptiva y carece de sentimientos, pero a la vez es muy inteligente y puede penetrar tu mente e imaginar qué piensas, aunque es incapaz de saber cómo te sientesâ, dijo el fiscal
âJavier Rosado es un psicópata, carece de empatĂa, su inteligencia no es emocional sino descriptiva y carece de sentimientos, pero a la vez es muy inteligente y puede penetrar tu mente e imaginar qué piensas, aunque es incapaz de saber cómo te sientesâ, asĂ lo describió Pedro MartĂnez, fiscal del Tribunal Superior de Justicia de Madrid por aquel momento.
Las diferentes juntas de tratamiento de las tres cárceles por las que pasó Rodado (Valdemoro, Aranjuez y Soto del Real) también se oponĂan a los permisos porque no veĂan en él signos âde arrepentimiento".
Susana Esteban, una de las psicólogas que lo estudiaron para el juicio, advirtió: "Con la edad se mitiga la capacidad de acción, pero aún hoy sigue sin haber tratamiento para los psicópatas. Si Rosado ha aprovechado bien el tiempo en prisión, podrĂa tener un comportamiento normal en la calle y pasar inadvertido. Pero en una situación de alto nivel de estrés, puede ser muy peligrosoâ.
Contra todos los criterios anteriores, el asesino del rol empezó a disfrutar, desde 2004, de permisos carcelarios de entre 2 y 6 dĂas otorgados por la Audiencia de Madrid.
En prisión Rosado estudió tres carreras universitarias. Alcanzo su plena libertad en 2010. Nadie conoce su paradero (Captura El Código del Crimen)
El 5 de enero de 2008 la Audiencia Provincial de Madrid le concedió a Rosado el tercer grado penitenciario: una morigeración de la pena donde se permite que el interno sólo tenga que ir a la cárcel para dormir. Una vez obtenido el tercer grado, se está más cerca de la libertad condicional.
Rosado alcanzó la plena libertad en 2010 con 36 años. Sólo habĂa cumplido de su sentencia 13 años.
Hoy tiene 47 años, y está desaparecido de la vida pública. Aunque son muchas las teorĂas conspirativas y negras que circulan en la web. Una, incomprobable por cierto, sostiene que Félix volvió a España cuando supo que Rosado estaba próximo a salir en libertad, que viven juntos y que siguen siendo inseparables.
Esperanza, Paloma y Carlos Moreno, los hijos de la vĂctima, no estuvieron para nada de acuerdo con la libertad anticipada de los asesinos.
Carlos Moreno Fernández era un hombre al que no le gustaban los noticieros, pero paradójicamente terminó siendo el sangriento titular de los medios durante décadas por ser la vĂctima de uno de los asesinatos más macabros de la criminologĂa española.
El juego de decidir sobre la vida y la muerte para Javier y Félix, Âżhabrá terminado?
Mientras muchos se lo preguntan, ellos ostentan el privilegio de vivir en absoluta libertad, posibilidad que le arrebataron cruelmente a Carlos Moreno Fernández esa oscura y calurosa madrugada madrileña.