Qué dice Cobra Kai sobre ser hombre hoy

La serie estrella de la cuarentena, spin off de la ochentosa Karate Kid, conquista sin demagogia a cuarentones nostálgicos y a centennials aprensivos con su exploración de las nuevas masculinidades. ALERTA SPOILER

La serie estrella de la cuarentena fue una revelación: Cobra Kai, el spin off de la muy popular y ochentosa Karate Kid, se llevó los laureles del binge watching pandémico y logró conquistar tanto a los cuarentones nostálgicos como a los centennials aprensivos que supervisan cada chiste de acuerdo con las reglas de la cultura woke. Y lo hizo sin demagogia ni con unos ni con otros.

La premisa es muy inteligente. Pasaron 34 años del inolvidable torneo de karate de All-Valley en el que Daniel LaRusso (Ralph Macchio) venció a Johnny Lawrence (William Zabka) con la patada de la grulla. Aquella noche se enfrentaron, además, dos filosofías: la del Sr. Miyagi (Pat Morita), noble y pacifista, y la de Cobra Kai, resumida en el eslogan “no mercy†(sin piedad).

Ahora Johnny es un perdedor que trabaja haciendo changas y tiene un hijo adolescente al que casi no ve. Daniel, en cambio, es dueño de una próspera cadena de concesionarias de autos y vive en una casa lujosa con su mujer y sus dos hijos. La movilidad social fue en ambas direcciones.

No se trata solo de la rivalidad entre dos personas y dos filosofías. Johnny y Daniel representan dos tipos de masculinidades.

Una noche, Johnny defiende a Miguel (Xolo Maridueña), un hijo de inmigrantes ecuatorianos que estaba siendo atacado por unos bullies. Ese chico en el que ve reflejado a su propio hijo lo lleva a reabrir la escuela de karate Cobra Kai y a entrenar a un adorable grupo de chicos marginados. Cuando Daniel se entera, decide resucitar el legado del Sr. Miyagi y entrenar a su hija Samantha (Mary Mouser) y a Robby (Tanner Buchanan), el hijo de Johnny. Así se reaviva la rivalidad entre ellos.

Pero no se trata solo de la rivalidad entre dos personas y dos filosofías. Johnny y Daniel representan dos tipos de masculinidades. En los 80, eran el macho recio, rubio y ricachón que cree que la mujer es su propiedad, y el flacucho menos agraciado y sin auto, pero con sensibilidad y sentido del humor.

Cobra Kai es astuta y sugiere que hoy, a los cincuenta y pico, los adversarios de antes son las dos caras de una misma moneda: Daniel es Dr. Jekyll y Johnny es un Mr. Hyde deconstruído.

“Para ser un gran luchador, tenés que aprender a adaptarteâ€, les dice Johnny a sus alumnos para relativizar el “no mercy†de su slogan, pero se lo está diciendo también a sí mismo. Y Daniel, que en los 80 era su némesis, hoy es otro boomer que no entiende el concepto de apropiación cultural.

En una de las escenas clave de los últimos capítulos, Johnny y Daniel se ven obligados a compartir la mesa en un restaurante mexicano. Johnny está en una primera cita con la madre de Miguel y Daniel en una salida de reconciliación con su esposa. Las dos mujeres son las que insisten en sentarse juntos y se miran, cómplices y divertidas, ante la incomodidad de los dos varones que se lanzan dardos en una pelea adolescente por ver quién la tiene más grande.

La vida no es blanco o negro, la mayor parte del tiempo es gris. Ser un badas todavía es requisito, pero tienen que aprender a pensar no con sus tripas ni con sus puños, sino con la cabeza

Después de algunos tequilas y algunas cervezas, empiezan a pegar onda y a darse cuenta de que las peleítas del pasado ya fueron y de que los dos tienen más cosas en común que las que creían: una chica que les rompió el corazón, la pasión por el karate, hijos adolescentes y la necesidad de examinarse la próstata periódicamente. A la salida, se dan la mano y el gesto nos recuerda el final de Karate Kid, cuando Johnny pierde y, entre lágrimas, le da el trofeo a Daniel y le dice: “Sos buen tipo, LaRusso. Buena peleaâ€. Ese apretón de manos se venía esperando desde el principio, como cuando una espera el beso final en una comedia romántica.

“Yo siempre seré Miyagi-do y vos siempre serás Cobra Kaiâ€, le dice Daniel a Johnny como para no bajar del todo sus banderas. Y tiene sentido que los varones puedan ser a veces Miyagi-do y a veces Cobra Kai.

“Para ser un gran luchador, tenés que aprender a adaptarteâ€, dijimos que decía Johnny. La lección continuaba así: “La vida no es blanco o negro, la mayor parte del tiempo es gris. Ser un badass todavía es requisito, pero tienen que aprender a pensar no con sus tripas ni con sus puños, sino con la cabezaâ€.

Si bien este monólogo es una lección de Johnny Lawrence a sus alumnos, eso de que la vida no es blanco o negro parece una lección de Cobra Kai (la serie) a sus espectadores. No siempre poner música japonesa en un video es apropiación cultural, a veces solo era la música favorita del Sr. Miyagi.

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