Ejemplo en la vida y en la profesión: esfuerzo, constancia, estudio y enorme dedicación. Compartió sus estudios con trabajos administrativos y como vendedor. Cerca de cumplirse doce años de su muerte, el recuerdo del artista perdura desde los escenarios, asĂ como también desde la mesa de un bar.
Nos dejó a los 71 años, en pleno tránsito de una etapa de su vida en la que combinaba experiencia, trayectoria y ese fuego sagrado vocacional que siempre caracterizó cada uno de sus emprendimientos artĂsticos. Precisamente, el próximo 29 se cumplirán 12 años de la partida del inolvidable Ulises Dumont, un intérprete cabal que, como los históricos de nuestros escenarios, abordó todos los géneros: invariablemente, con esa ductilidad tan propia de su estilo y que expuso en el teatro, el cine y la televisión.
La casa natal
En una nota brindada a este cronista en marzo de 2002, el actor reflejaba sus raĂces de una manera potencial. Precisamente, por ese entonces, habĂa regresado a su barrio natal: Belgrano, a tres cuadras de la casa donde habĂa pasado sus primeros años: âEsa casa todavĂa está y hace poco tiempo estuve en ese lugar, golpeé la puerta y me atendió una señora coreana por una pequeña rendija; le expliqué que habĂa vivido allĂ hace muchos años y que me interesaba reconocer algo, si me lo permitĂa, pero no me entendió o no quiso y todos mis esfuerzos, en ese sentido, resultaron infructuososâ.
Botes en la estación Núñez
Ulises señalaba en la nota que aquella casa se encontraba prácticamente igual, con algunos anecdóticos detalles: en lugar de un jardĂn habĂa un patio y en reemplazo de una verja se habĂa construido un muro. En esa amalgama de recuerdos el actor evocaba a su prima y a su hermana, que solĂan disfrazarse en el umbral de aquella casa. Por otra parte, las calas eran las flores preferidas de su padre; aquellas flores -las calas arrancadas desde sus tallos- eran trasladadas por Ulises y su hermana hasta la calle Cuba y depositadas en las vĂas de los entonces tranvĂas. Y en ese devenir de recuerdos, se instalaba en la memoria de Ulises una gran inundación que tuvo lugar en 1941 y por la que se debieron colocar varios botes en la estación Núñez.
Mudanzas y tristeza
La familia continuó viviendo en Belgrano, barrio que acunó, no solamente para Ulises sino también para muchos artistas y escritores, inspiración absoluta de emotivos paisajes y encuentros. AsĂ dadas las cosas, Ulises y familia se mudaron hasta la vivienda en la que permanecieron durante 34 años y que estaba ubicada en Libertador y Monroe. En esa casa murieron sus viejos y después se dirigieron hacia otro domicilio. âLa dueña nos pidió ese lugar y, lamentablemente, lo tuvimos que dejar, con mucho dolor, por ciertoâ, reseñaba Ulises.
En ese entonces no habĂa jardĂn de infantes, en tanto, la escuela primaria a la que concurrĂa Ulises era âRemedios de Escalada de San MartĂnâ y se encontraba ubicada en Libertador y Roosevelt. Precisamente, se trataba de un ex stud y las alas eran los propios boxes. A todo esto y como parte de esa hermosa vecindad que se vivĂa, Ulises y su hermana se habĂan hecho muy amigos del portero de la escuela, su mujer, sus hijos y su madre.

A ganarse el pan de cada dĂa
Recordaba Ulises en aquella charla con Crónica que
âmi primer trabajo fue en Bunge y Born, en 1956. Hasta que estuve en el conservatorio me resultaba muy difĂcil tener un oficio fijo, precisamente, por los horarios que no podĂa disponer. También alterné como supernumerario (empleado que trabajaba en una oficina pública sin figurar en su plantilla) en la Comisión de EnergĂa Atómica. En Bunge y Born estuve en la sección donde estaba ubicada la teletipo (dispositivo de datos para enviar y recibir mensajes mecanografiados, utilizado hasta el año 2000, aproximadamente), me encargaba de las comunicaciones y permanecĂ allĂ hasta la década del â60. Posteriormente empecé a vender varias cosas: compartĂa, en ese sentido, muchas horas con Alberto Busaid (intérprete de gran trayectoria durante los años â70 y â80 en el cine, el teatro y la televisión), quien era compañero de estudios en el conservatorio. El Busa tomaba la valijita y vendĂamos de todo. Caminábamos la calle mucho tiempo y tratábamos de ganarnos el mango de la mejor manera posibleâ.
âFuturos imperfectosâ
Ulises lo reflejaba con particular énfasis: el tema era encontrar caminos en la vocación y, mientras tanto, poder subsistir. En ese devenir de situaciones, Dumont recordaba que
âen 1963 ingresé a la empresa Kaiser y ahĂ podĂa tener el horario justo para todo. Terminaba a las cuatro de la tarde y, a veces, con el permiso que me daban algunos de los jefes, salĂa rápido y llegaba a tiempo al conservatorio. Además, habĂa empezado a laburar como extra en el teatro. Mi primer laburo se llevó a cabo en el CĂrculo de Cadetes del Liceo Militar, en Primera Junta, Guayaquil y Centenera. AhĂ hicimos una obrita que se llamó âFuturos imperfectosâ y uno de los que formaba parte del grupo era Luis Brandoni. A este grupo también se sumaba la gente del barrio y, además, se encontraba el director de ese liceo que, por otra parte, integraba a su vez el grupo Fray Mochoâ.
Pero la ruta que habĂa comenzado a transitar Ulises no estaba exenta de dificultades y puso a prueba, en definitiva, su constancia y esfuerzo.
âLa primera vez que intenté ingresar al conservatorio, fracasé. No pude aprobar el examen de ingreso. Me deprimĂ muchĂsimo, pero al tiempo, otro amigo de la barra me llevó al Instituto de Arte Moderno y al dĂa siguiente ya me encontraba trabajando. Iba a las clases y, paralelamente, me encontraba haciendo funciones. Tomé ese año de clases con Marcelo Lavalle. Al año siguiente, insistĂ con el conservatorio y pude finalmente ingresar. Posteriormente, empecé a conocer gente y a relacionarme; fue como introducirme en un mundo nuevo. El problema estaba en trabajar, prácticamente, en dos actividades. Aunque, por otra parte, tenĂa la tranquilidad de que en mi casa no me faltaba la cama ni un plato de comida. Fueron años de esfuerzo, pero gozados de manera intensaâ.
Los primeros trabajos teatrales de Ulises Dumont, en 1963, estuvieron centrados en propuestas como âYermaâ, âLos millones de Orofinoâ y âEl dedo gordoâ, dirigidas por Margarita Xirgu, Cecilio Madanes y Juan Silbert, respectivamente. Además, como detalle de color, en sus inicios se desempeñó como bailarĂn en diversos espectáculos musicales. Su paso por el teatro dejó inolvidables aportes en piezas de especial sello creativo como âEl pan de la locuraâ, âLa dama bobaâ, âNo hay que llorarâ, âEl tĂo locoâ, âEl último virreyâ, âEn Pampa y la vĂaâ, âArlequino, servidor de dos patronesâ, âYepetoâ y âDel sol nacienteâ.
Cómico de la revista
La impronta actoral de Ulises fue particularmente rica, creativa e intensa. Para el intérprete no existĂan trabajos mayores o menores, simplemente buenos o malos. En esta lĂnea de pensamiento y acción arriba de un escenario, Tito, tal como era llamado por sus amigos y colegas, lo reseñaba en estos términos:
âPrácticamente abordé todos los géneros artĂsticos. Hice publicidad, radio en el ciclo âLas dos carátulasâ. El género revisteril se me presentó como consecuencia de la televisión y lo hice aproximadamente durante tres años. Recuerdo que venĂa de hacer âArlequinoâ, un proyecto complejo y difĂcil. Luego se acabó la posibilidad de hacer televisión y apareció, como salvataje, la revista, alrededor de 1975".
Y continuó:
"En la revista hacĂamos cosas de la impronta de la pantalla chica y compartĂa escenario con amigos como Carlos Moreno, Cacho EspĂndola y Javier Portales. En el teatro Astros hicimos un espectáculo que encabezaba la vedette Thelma Tixou (radicada posteriormente en México). AsĂ dadas las cosas, tenĂa el desafĂo de ingresar al escenario después de gente muy experimentada como Pelele y Barbieri. También estaban Adolfo Stray y Tita Merello. Éramos un grupo de jóvenes actores que estábamos ligando un prestigio frente a grandes personalidades del espectáculo. Fue una época linda, pero también nos representaba un verdadero amasijo. HabĂa dos funciones todos los dĂas, y tres, los viernes y sábados. Es increĂble cómo cambiaron las cosas con el tiempo. Después de la revista seguĂ en el teatro con obras como âEl pan de la locuraâ, âNo hay que llorarâ y âLa nonaââ.