La incógnita sobre el origen del gran cantante de tango sigue despertando polémicas, pero poco se sabe sobre su decisión de adoptar la ciudadanĂa argentina. El recorrido que llevó a El Zorzal a recibir su documento, hace un siglo
El conjunto de rasgos propios que caracteriza a un individuo o a una colectividad frente a los demás es la conciencia que tiene de ser ella misma y con caracterĂsticas propias. La identidad de una comunidad se manifiesta a través de su historia, sus tradiciones, sus expresiones artĂsticas, su arquitectura y su gente, por ello podrĂamos afirmar que Carlos Gardel fue el catalizador de aquel movimiento cultural que hoy el mundo reconoce como âidentidad porteña o identidad argentinaâ.
Para entender el desarrollo del fenómeno Gardel tenemos que remitirnos a la Buenos Aires de principios del siglo XX y a los cambios originados con la inmigración, multiplicados con tal fuerza y masividad, que inauguraron una dinámica social y un mestizaje con un vuelo que sólo el tango fue capaz de mostrar y expresar.
El tango fue el vehĂculo de todas aquellas vivencias y cambios culturales que constituirĂan un binomio perfecto cuando Gardel incorpora su voz y su estilo al crear el tango-canción describiendo las historias y vivencias de la nueva sociedad que se estaba gestando. Reconocido inequĂvocamente como sĂmbolo del ser argentino, en general y del porteñismo en particular... De ahĂ que todos los porteños tengamos algo de Gardel.
AsĂ, en 1931, Osvaldo Sosa Cordero comentaba sobre el canto: âLa identidad de Gardel y Buenos AĂres lloran sus milongas por boca de cientos de cantores. Casi me atreverĂa a afirmar que cada porteño lleva en sĂ un Gardelâ.
El contexto de Buenos Aires y la llegada de Carlos Gardel
En 1895, la población de Capital Federal estaba conformada por el 7% de extranjeros y para 1914 se incrementó al 50 por ciento. Si a ellos sumamos a quienes llegaban de otras provincias, sólo un tercio de su población era porteña. El cambio que tuvo la nación fue de una magnitud inusitada: la nueva situación generó cambios en los ejes culturales sobre los que pivoteaba nuestra sociedad y los arquetipos sociales derivados de la cultura variaron radicalmente.
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El gaucho era tomado como ejemplo del quehacer nacional, por la clase media-baja (de ahĂ el auge de los payadores, la música criolla y otras artes que lo reflejan) e incluso como reflejo de las virtudes más nobles del ser humano: de allĂ proviene la palabra âgauchadaâ, siempre como algo positivo.
Buena parte de la élite local promovió el arte nacional, las tradiciones argentinas, incluyendo la danza y el baile del tango. Durante esta época de gobiernos liberales-conservadores no sólo se produjo la máxima prosperidad que conoció la Argentina, sino que además tenĂa más movilidad social que cualquier otro paĂs de su entorno. Un ejemplo de ello son los propios Gardel y Razzano que, siendo extranjeros y de humildĂsima cuna, llegaron en poco tiempo a los más altos grados de popularidad y prestigio, por méritos propios.
Al cambiar la geografĂa humana de una manera tan drástica, la construcción apresurada de nuevas estructuras fĂsicas y simbólicas fue forzosa. Surgieron nuevos paradigmas de vida, de comportamientos e ideales. Existen registros sobre la xenofobia expresada por algunos sectores de las clases acomodadas, pero la crónica menuda, finalmente, no tuvo la fuerza necesaria para oponerse a los ineluctables procesos integradores que se pusieron en marcha.
Argentina: la nueva tierra para madre e hijo
Desde aquella mañana en que doña Bertha y Carlitos, con muy pocos años, pisaron tierra argentina (al igual que otros millones de inmigrantes) iniciaron una nueva vida. Desconocemos los motivos y la decisión de elegir este paĂs, pero, asumo, que fue porque Argentina auguraba grandes oportunidades.
Desde muy pequeño, Carlitos debió ser entregado al cuidado de amigas de su madre para que ella pudiera dedicarse a su extenuante trabajo. Cuentan los hijos de Rosa Corrado de Franchini, que compartieron su infancia con el pequeño, que âdesde muy chiquito soñaba con ser cantor. Él mismo lo decĂa. Muchas veces, de noche, cuando se acostaba, lo veĂamos en la cama con un pequeño palo, a manera de guitarra, y cantaba las canciones de la época. A los siete años se sentaba en las puertas de calle a cantar, y enseguida lo rodeaba un mundo de muchachitos y por intermedio de ellos, muchas familias se lo llevaban a sus hogares, durante dĂas enterosâ.
Según el relato de la propia Bertha, a los doce años le pidió las llaves de la puerta de calle porque âesa noche tenĂa un programaâ. Vale decir que a edad temprana ya daba recitales amateurs en casas de familia y otros sitios.
Su infancia fue como la de la mayorĂa de los adolescentes pobres de la época: pasaba gran parte de su tiempo en la calle buscando la oportunidad de hacer algún dinero, timbeando, apostando y otras veces a través de actitudes no muy santas que le ocasionaron dificultades con la policĂa. Ese tipo de vida era una obsesión para aquel muchachito morocho, peinado con raya al medio, bastante gordito y de andar desenfadado.
Doña Berthe ya habĂa perdido las esperanzas de retenerlo a su lado y la calle pasó a ser su casa. En diferentes ocasiones, durante dĂas e incluso meses, se ausentaba de su hogar. Es conocida su detención en Florencio Varela por vagancia o fuga del hogar, en 1904, por la PolicĂa de la provincia de Buenos Aires.
Por lo que sabemos, estos encuentros con la policĂa habrĂan sido frecuentes. Esto describe la compleja situación socio-económica en la que vivĂa; situación que supo sortear por su inteligencia y tenacidad, cualidades que fueron un eje fundamental para encarar los desafĂos futuros.
1912: Carlos Gardel de pie y su amigo Alfredo Ferrari ambos posando en un estudio fotográfico âpara la posteridadâ.
Corre el año 1907, época de los bailarines de la talla del Cachafaz, Tarila, El Escoberito, El âFlacoâ Alippi y el âNegroâ Pavura, creadores de la coreografĂa del tango, todavĂa sin letra. Después llegó Carlitos Gardel a darle voz.
En el Abasto tallaba el Payador José Betinotti, genial autor de âPobre mi madre queridaâ, que escuchaba al jovencito con verdadero cariño. Otras grandes influencias para Gardel fueron Arturo De Navas, su gran referente, y el âNegroâ Gabino Ezeiza, a quien siempre consideró como el mejor cantor de Argentina.
Por aquellos años, Carlitos fue trabando amistad con todo tipo de gauchos, malevos, compadritos y personajes variopintos que luego poblarĂan las letras de sus tangos, verbigracia âEl pardo Augustoâ, âEl Cordobésâ, âEl Morocho Aldaoâ y âEl Noyâ, entre otros.
Eduardo Morera en una entrevista televisiva decĂa: âLos crĂticos y los tangueros hablan mucho de sus condiciones artĂsticas (las de Gardel), pero poco es lo que dicen de su cualidad humana. Como tuve la suerte de tener un contacto personal con él durante mucho tiempo, pude comprender y captar parte de su psicologĂa: Carlitos no toleraba las caracterĂsticas tĂpicas del ambiente del cantor como la envidia, los celos y la competencia del medio en el cual se desenvolvĂa. Tales defectos no existĂan en él. Era tan grande su amplitud que llegó a grabar algunos temas de escasa calidad sólo para hacerle un favor a algún amigo letrista que âandaba en la malaâ. Nunca fue un âestiradoââ.
CorrĂa el año 1911 cuando Gardel adoptaba nuevos modismos, costumbres y paradigmas de vida e incorporaba una jerga recién nacida que más tarde conocerĂamos como lunfardo. Poco a poco, esta nueva cultura iba determinando una nueva identidad, diferente a la de los paĂses de origen.
El encuentro, en busca de una identidad
El "Dúo": Carlos Gardel junto a José Razzano.
Su encuentro con José Razzano fue una noche de 1911 en la casa del pianista Gigena, en la calle Guardia Vieja, detrás del Mercado de Abasto. Ese fue el hecho fundamental hacia su triunfo definitivo porque tras esa reunión, años más tarde, nació el dúo Gardel-Razzano, cuyo auge comienza en diciembre de 1913 en el Armenonville, uno de los cabarés más lujosos de Buenos Aires. De allĂ al teatro y del teatro a las giras por todo el paĂs.
En 1917, antes de presentarlo públicamente, Carlitos entonaba entre amigos y en familia los versos del tango que decĂan: âPercanta que me amurasteâ âmás tarde llamado definitivamente âMi noche tristeâ y con anterioridad âLitaâ (instrumental)â. Es que le tenĂa fe a los versos de Pascual Contursi que musicalizara Samuel Castriota. La nueva tecnologĂa se estaba desarrollando: el disco permitirĂa que la gente pudiera tener a Gardel en su casa.
El 9 de abril de aquel año, inició su serie discográfica en Odeón y grabó en los viejos estudios de la calle Cangallo, casi Callao, junto a su inseparable compañero José Razzano. Ya eran conocidos como el Dúo Gardel-Razzano y se imponĂan en giras por el interior del paĂs. Argentina era tierra de oportunidades, Gardel lo sentĂa y sabĂa que estaba siendo parte de un cambio.
En una nota realizada en Madrid el 1Âș de enero de 1929 Gardel decĂa: âEl tango-canción es casi reciente. Es netamente porteño âes decir, de Buenos Airesâ Âży quién sino yo iba a ser el primero en cantarlo?â.
âÂżTú, el primero? ÂżQué edad tienes entonces?
âYo, amigo, no soy tan joven... ÂĄBah! Ni tan viejo tampoco... Tengo más de diez y no he llegado a los ochenta... ÂĄQué esperanza!... Yo soy, sĂ, el creador del tango, de esa canción que apasiona a mi tierra y que aquĂ tanto gusta. Mi triunfo y mi popularidad hicieron salir miles de cantores nuevos. Pero âcompadreâ, soy un punto alto de matar y no me entrego, asĂ nomás. ÂĄQué dirĂa mi viejita, mi madre, si le mataran "el puntoâ a âsu Carlitosâ! ÂĄNo, no! Es cuestión de amor propio Âżsabes? Primero yo, mientras pueda, y aunque ya no pudiese más, siempre me quedarĂa algo para cantarle a esa viejita que está allá, en Buenos Aires...
Fueron años de auge de esta especialidad. Las primeras grabaciones que salieron a la venta al año siguiente, marcando el nacimiento del tango canción, contribuyeron a la difusión del dúo.
En el año 1920, el Dúo Gardel-Razzano estaba en pleno apogeo: Argentina convalidaba esta nueva cultura, el trabajo incansable rendĂa sus frutos, las giras al interior del paĂs imponĂan los âDiscos Nacional Odeónâ. La fama del dúo iba en aumento y el tango se enseñoreaba en la garganta de Gardel junto a las canciones criollas. El dúo contribuĂa asĂ a la consolidación de una naciente identidad en la nueva Argentina. Pero el Dúo, también necesitaba nuevos horizontes. SabĂan que lograrĂan la fama internacional conquistando Europa y el plan era probar suerte en España, primero, y luego en Francia, la vidriera artĂstica del mundo.
Carlos Gardel y sus amigos en Playa Malvin, entre el 5 y el 20 de enero de 1921. En el centro, Gardel, a la derecha, el violinista y compositor Remo Bernasconi y a la izquierda Ernesto Laurent. Sentado, a la izquierda, Alfredo Deferrari.
Hasta ese momento, Gardel no habĂa tenido la necesidad de un documento que le permitiera salir del paĂs. Su irregular documentación le permitĂa viajar a naciones limĂtrofes, pero complicaba sus posibilidades de viajar al exterior.
Al igual que hoy, antes de solicitar el pasaporte se requiere un certificado de buena conducta jurĂdica, extendido por la policĂa y Gardel no lo obtendrĂa... Distintas circunstancias de la vida habĂan manchado con pequeños delitos su prontuario. Aprovechando recientes normativas para regularizar los estados de indocumentación para uruguayos en el extranjero, Carlos Gardel se presentó ante el Consulado Uruguayo de Buenos Aires para solicitar su Registro de Nacionalidad, pero el documento, asĂ obtenido, certifica determinada identidad jurĂdica legal con el aval del testimonio del solicitante y dos testigos, sin que haya otros documentos oficiales que la respalden.
Un mes más tarde, el 4 de noviembre de 1920, Gardel obtendrĂa su primer documento argentino, la Cédula de Identidad, iniciando asĂ el proceso de nacionalización y que le dio, en 1923, la ansiada nacionalidad argentina y el tan deseado pasaporte, que le permitirĂa acceder al mundo.
La fama alcanzada en el resto del mundo occidental avivaba contenidas emociones de inmigrantes y despertaba en los criollos el orgullo de pertenecer a esta insipiente comunidad. Sin haberlo buscado, Gardel era el catalizador que unĂa a todos bajo una cultura en común. Este proceso no estuvo exento de dolor porque ninguna empresa humana carece de él. Me refiero a los resentimientos y hostilidades de unos frente a otros, expresada sobre todo por algunos sectores de la clase acomodada, cuestiones que fueron zanjadas luego del triunfo y éxito de Gardel en Europa, ya que estas clases privilegiaban la cultura que provenĂa de aquellas latitudes menospreciando las locales.
Carlos Gardel obtuvo su primera Cedula Argentina en octubre de 1920.
Y Gardel ya es un hombre de mundo, atrayente y popular. Su nombre está en las más importantes carteleras de ParĂs y âsuâ tango conquista a los franceses desde el âFloridaâ, de la Rue Clichy, de Montmartre; desde el Casino de Cannes o desde el famoso Music-Hall âEmpireâ, en el corazón del luminoso ParĂs.
Ya de vuelta en Argentina, en septiembre de 1929, lo entrevista Luis Alberto de Souza Reilly, en la casa de calle Jean Jaurés 735, en su querido barrio del Abasto. Hablando de sus triunfos en ParĂs, Gardel comentó sobre su público: âAsisten muchos argentinos, casi todos los que viven o pasean en la ciudad Luz. Y los que no comprenden el castellano, saben lo que digo en un tango porque lo interpreto con mi sentimiento. Lo sienten porque saben adivinarlo a través de mi voz. Les comunico la emoción que un tango porteño tiene porque también soy yo un poco de esa emoción del tango. Ha nacido dentro de mĂ y la echo afuera al primer bordoneo milongón de las guitarras. Y el público de ParĂs me ha llamado rey, como aquĂ me lo dicen los muchachos de la barraâ.
La Argentina estaba en la vidriera de mundo. El tango, que ya hacĂa furor en Europa, habĂa llegado a la clase alta y Gardel era su ejecutor... Ahora todo un paĂs compartĂa orgullosamente su éxito, sintiendo que la nueva Argentina era internacional, una potencia con identidad propia y Carlitos siguió triunfando.
La llegada de Gardel a la pantalla grande
La tecnologĂa estaba en su plena evolución. CorrĂa 1928 cuando el cine que hasta hacĂa unos años era mudo pasaba a tener voz propia y en Nueva York nacĂa el cine sonoro. Esa novedosa tecnologĂa llegaba a Buenos Aires. Gardel, con mucha más experiencia, sobre todo internacional, veĂa una nueva oportunidad en el avance de la industria cinematográfica, luego de la mala experiencia de su participación en el film mudo âFlor de duraznoâ, en 1917.
FotografĂa de Gardel acompañado de Cristino Tapia y el guitarrista Guillermo Barbieri. Fue tomada al finalizar una exitosa gira en Córdoba. (1926)
El 1Âș de octubre de 1930, Carlos Gardel junto a José Razzano y Francisco Canaro firmaron un convenio, constituyendo una sociedad denominada âUnión Argentina, Sociedad Difusora de Obras Musicales y Cinematográficasâ. DĂas más tarde, Gardel estaba filmando lo que denominaron âfilms con sketchâ o âencuadres musicalesâ, algunos de ellos con un pequeño sketch, que en todos los casos mostraban, el orgullo de trabajar sobre nuestra identidad.
En el cortometraje musical âRosas de otoñoâ (1931), el encuentro es con Francisco Canaro:
* ÂĄHola Carlos!â, saluda Canaro.
âComo siempre, hermano, defendiendo nuestro idioma, nuestras costumbres y nuestras canciones con la ayuda del film sonoro argentino.
* Yo, por mi parte, te acompañaré con mi orquesta y haré lo imposible para que nuestras canciones sigan triunfando en el mundo entero.
Estos encuadres musicales le servirĂan como promoción de sus canciones. Él, que buscaba ingresar a escena por la puerta grande, sabĂa que el cine podĂa proyectar su imagen y su voz a todos los rincones del planeta, guardó esas cintas en las maletas y se marchó nuevamente a Europa. AllĂ moverĂa todos los hilos que fueran necesarios hasta hacerse un lugar en el podio de la cinematografĂa universal. Sus encuadres musicales se estrenarĂan recién al año siguiente como complemento de la pelĂcula âLuces de la ciudadâ, de Charles Chaplin. La experiencia resultó un gran suceso y esos diez cortos siguen siendo casi tan disfrutables como aquella primera vez.
En "Rosas de otoño" junto a Francisco Canaro.
El cine europeo lo incorpora a sus filas. Sus pelĂculas son un éxito sin precedentes de taquilla. La gente exige que se repitan las secciones en las que aparecĂa cantando hasta dos y tres veces. ÂĄEra adorado! Lo consideraban como el sucesor de Rodolfo Valentino, en la imagen, y como el cantor que les pertenece a todos por igual. ÂĄLa gloria se acerca!
En 1934, decide probar suerte en Estados Unidos y se asocia a Alfredo Le Pera para que le escriba los guiones y las letras de las canciones. Crean la sociedad âÉxito produccionesâ vinculada a la Paramount, que, aunque aún no les da la suficiente libertad creativa, les brinda mayor presupuesto y mejores actores que en ParĂs. Junto a la actriz Mona Maris, protagoniza âCuesta abajoâ, pelĂcula en la que estrena tangos y canciones memorables, ya despojadas de todo rastro de lunfardo o color localista.
El siguiente emprendimiento fue una comedia titulada âEl tango en Broadwayâ (1934). Luego participa con dos números musicales en el film âCazadores de estrellasâ y en 1935 realiza âTango barâ y su mejor pelĂcula: âEl dĂa que me quierasâ, la cual se estrena en forma póstuma.
Las apariciones de Gardel en el cine dan forma definitiva al prototipo del argentino triunfador. Afirmando su argentinidad, crea el modelo en el que nuevas generaciones de argentinos se inspiraran.
El 17 de marzo de 1933, el poeta y letrista Luis Rubistein habĂa anticipado sobre Gardel: âHizo más patria con su garganta que muchos embajadores sabiondosâ y ese era el sentir de todo un pueblo, orgulloso de quien les dio identidad de Nación.
El accidente, el nacimiento de mito
Cuando Gardel muere en el accidente aéreo, el 24 de junio de 1935, durante su gira caribeña, el ocultamiento, por parte del gobierno de Colombia, de las verdaderas causas del suceso, fortalecen su fama y la perdurabilidad de su memoria, dando lugar al nacimiento del mito y a la inmortalidad que el cine se ocupó de instalar en todos los rincones del planeta.
Carlos Gardel, en sus años dorados filmando en los Estados Unidos.
Llorado también por aquellos que lo aplaudĂan emocionados, Carlos Gardel sigue siendo tal y como era el mismo dĂa en que pereció en ese infierno. Al margen de las vĂctimas directas del accidente, millones de personas sintieron en la cruel muerte de Gardel, su propia muerte, viendo cercenando su promisorio futuro, habiendo encarnizado en el Ădolo, su propio éxito y su propia muerte.
Carlos Gardel estableció la base de la identidad nacional. Fue el catalizador que unió al inmigrante con esta nueva tierra, fue el sĂmbolo del éxito, siendo parte activa de nuestra vida en forma consciente e inconsciente. Como consecuencia de su muerte trágica nace el mito.
Su corta carrera deviene leyenda a través de la construcción de su imagen como fuera de este mundo, sumado al sentimiento de identidad y orgullo de las clases populares de las que surgió para ser más tarde también reconocido por las clases más altas.
Naciendo el nuevo paradigma de que cualquiera podĂa ser considerado Gardel si resultaba ser el mejor en lo suyo. Con la frase âÂĄSos Gardel!â, la expresión âÂĄSoy Gardel!â, el cantor pasó a ocupar el espacio del héroe que todos idolatramos y que nos permite encontrar el punto de apoyo para sentirnos parte de una sociedad, para la mayorĂa de los habitantes de la nueva Buenos Aires, como Ăcono de la argentinidad.
Despidiéndose de Colombia minutos antes de subir al avión en el que perdió la vida
Trascender es parte inherente de la existencia del ser humano. En primera instancia para explicar o dar sentido a lo inexplicable, llenando el vacĂo del desconocimiento, basados en la necesidad fisiológica que tiene cualquier ser humano en cerrar un hecho o explicar un acontecimiento para dar sentido a su existencia. Y, en segunda instancia, es la búsqueda de cada persona de su identidad, siendo ésta una de las premisas más importantes de la vida para continuar su especie o descendencia. Parte de esta segunda instancia contiene el sentimiento de pertenencia a una especie o sociedad que pueda y sepa transmitir los rasgos inherentes de la misma a la siguiente generación.
Gardel no sólo la encontró sino que la compartió. Hoy, a 100 años de aquel primer documento de identidad argentino, que le otorgó a Carlitos su lugar, como porteño y argentino, podemos confirmar que todos nosotros tenemos algo de Gardel: la esencia que nos define ante el mundo como integrantes de una misma sociedad y que el mundo conoce como argentinos
*Walter Santoro es presidente de la Fundación Internacional Carlos Gardel.