Una visita judicial a las instalaciones militares y los hangares de Campo de Mayo, realizada por familiares de las vĂctimas, jueces, fiscales, abogados y testigos, permitió corroborar los datos aportados por exconscriptos en el juicio por los “vuelos de la muerte”.
Incluso pudieron verse tres aviones que fueron usados durante el terrorismo de Estado entre 1976 y 1977.
“Fue una odisea llegar hasta ahĂ. Y fue impactante caminar la pista, ver los aviones. Pero lo hicimos, y lo agradezco profundamente”, dice Rodolfo Novillo sobre la visita ocular realizada en Campo de Mayo, en una nueva causa que juzga al terrorismo de Estado. Esa visita recorrió el aeródromo del predio militar y sus hangares: allĂ yacen herrumbrados tres aviones italianos FIAT G-22 y un Twin Otter canadiense, utilizados en los “vuelos de la muerte” durante 1976 y 1977. Novillo recorrió el lugar junto a jueces, fiscales, abogados y testigos de la causa. Lo hizo en su carácter de querellante en el juicio que sigue el Tribunal Oral Federal 2 de San MartĂn, contra cinco altos mandos del Batallón de Aviación 601 del Ejército.
Los imputados son militares retirados. Están acusados por el asesinato de cuatro personas cuyos cuerpos "aparecieron" en las costas del RĂo de la Plata, entre 1976 y 1978. Una de ellas es Rosa Novillo Corvalán, la hermana de Rodolfo.
Rosa fue secuestrada y asesinada, embarazada de pocos meses. Su cuerpo sin vida fue encontrado cerca de Punta Indio. Las otras vĂctimas son Juan Carlos Rosace, Adrián Accrescimbeni y Ramón Arancibia. Todos fueron arrojados al agua desde vuelos que partĂan de Campo de Mayo, y de los que no hubo, hasta este proceso, prueba condenatoria contundente.
"Este juicio se basa mayoritariamente en declaraciones de ex soldados que reportaban como conscriptos en el batallón de aviación", señala el abogado Pablo Llonto, quien motorizó la causa. "Y promovió esta visita”, suma Gustavo Molfino, familiar de vĂctimas del terrorismo de Estado que participó aquĂ como fotógrafo de La Retaguardia, una publicación que sigue estos juicios.
“La inspección como instancia de prueba confirma la existencia de los vuelos desde este aeródromo”, explica Llonto. Como querellante por tres de las vĂctimas de este juicio, el abogado destaca: “Es el primer juicio sobre vuelos de la muerte que despegaban de Campo de Mayo”. Valora, al mismo tiempo, que pudiera concretarse por los ex soldados que decidieron contar lo que vieron: el traslado de los secuestrados, las ampollas de medicación para adormecerlos. También contaron que escuchaban decir que “a los subversivos se los tira al mar”. El rumor se esparcĂa en los cuarteles. Se hablaba de “vuelos fantasma”, entre los mandos del Ejército. “Era todo de noche y en la clandestinidad”, describe Novillo al recordar el testimonio de los ex colimbas.
Por el relato de esos ex soldados avanza el proceso sobre quienes diseñaron y ejecutaron los vuelos. Entre ellos, Santiago Riveros, al mando en Campo de Mayo desde 1976 a 1978, y su segundo en el batallón de Aviación, el también piloto Delsis Malacalza, el único imputado presente durante la inspección.
Tensión en la cabina
Durante la visita a Campo de Mayo, Rodolfo Novillo, Llonto, Molfino y el resto de la comitiva judicial se encontraron por primera en forma presencial, luego de tres meses de encuentros virtuales. Hubo tensión. También hubo calma, la de quienes sabĂan lo importante de estar allà “a pesar del dolor”, comparte Novillo.
Recorrieron hangares y puestos de guardia. Caminaron la pista que pudo haber sido el último piso firme para quienes eran subidos a los aviones. Muchos de ellos, detenidos en el centro clandestino llamado “El campito” que el Ejército mantenĂa en esa jurisdicción militar. La que hoy mantiene abandonados los aviones, luego de usarlos “para servir en Malvinas”.
El dato no pasó inadvertido cuando, mientras observaban el interior de la cabina del Fiat G-222 patente E-261, el oficial Bennardi quien guiaba el recorrido, sostuvo: “Este avión estuvo en Malvinas al comando de alguien que está aquĂ”. “¿Usted?”, preguntó el presidente del tribunal, Walter Venditti. “No, el señor Malacalza”, respondió el oficial, en referencia al imputado que en ese momento no se encontraba en la cabina, recuerda Molfino.
En otro lugar del predio, el ex soldado Raúl Escobar Fernández reconoció el sitio donde los entonces “colimbas” recogĂan ampollas de la droga que se utilizaba para adormecer a las personas secuestradas. Un testimonio determinante. Porque los soldados no realizaron vuelos, pero sus declaraciones reconstruyen las circunstancias que los rodeaban. Eso comprobó la inspección: “Que el relato de los testigos en las audiencia previas, es real --define Llonto--, aportan datos sobre pistas, hangares o lugares de guardias, y la inspección permitió verificarlos”.
“Hoy todo está abandonado --describe Molfino--, hay partes que parecen un bosque, las plantas taparon los cimientos de los edificios que se demolieron, pero accedimos a la pista, pudimos recorrerla y supimos que allĂ sucedĂan esos hechos". Evita hablar de “vuelos”. Duele. Su hermana Marcela Molfino y su cuñado Guillermo Amarilla figuran entre los desaparecidos de Campo de Mayo. “Cuando hago fotos trato de separarme de la condición de familiar, porque hay escenas fuertes que después te quedan, y vuelven, durante mucho tiempo”, cuenta sobre la persistencia del dolor, pero también de la memoria.
Para Novillo “fue impactante” el momento en que se vio frente a los aviones abandonados en los pastizales. AllĂ supo que esos viejos vehĂculos de vuelo, enormes y oxidados, todavĂa pueden dar evidencia material del horror. De ahĂ que se insiste en que sean analizados por el Equipo Argentino de AntropologĂa Forense (EAAF), junto a sectores de la pista, y de los predios hoy tomados por pastizales.
Fans
Fans