Formó parte de esa pléyade de actores intuitivos que le pusieron sello a la historia grande del humor en el espectáculo argentino. Tuvo la capacidad de abordar todos los caminos de la profesión: radio, televisión, cine y teatro de revista.
Fue el creador de la "sanata", ese argot inconfundible de nuestra ciudad en la que se pueden decir un montón de cosas sin decir absolutamente nada.
Personaje entrañable del humor y la picaresca argentina. Generó un estilo propio, sencillo y de amplia llegada al espectador. Es que Fidel Pintos fue un actor que más allá de sus condiciones histriónicas, expuso dominio y conocimiento de cada uno de las vetas del oficio. Fidel transito con similar fortuna la radio, el teatro de revista, el cine y la televisión. Muchas veces acotamos los periodistas que tal o cual intérprete cuenta con mejores posibilidades de proyección en el cine, el teatro o, probablemente, en la teve. Resulta, en consecuencia, muy complejo encontrar a alguien, insistimos, a una figura tan abarcadora de matices interpretativos. Sin embargo, Fidel lo logró sin alardes ni marketing alguno. Fue un intérprete cabal y con una enorme responsabilidad en el compromiso que se establece entre actor y público.
Y se hizo actor como esa inolvidable generación de grandes autodidactas de la época de oro del espectáculo argentino; en la calle misma, en los mismÃsimos lugares de los acontecimientos donde se desarrollaba el hecho creativo del show.
Y ese fue Fidel Pintos, un gran observador de la realidad y de los personajes que lo circundaban. Su comicidad nacÃa en el propio bar, en los billares, en las milongas, en esas interminables charlas de amigos que se extendÃan hasta las primeras luces del alba. Fidel abrevó en esas circunstancias y las empleó, definitivamente, para el bagaje de su actividad.
Se codeó, en definitiva, con todo tipo de personajes de ese Buenos Aires anclado en los caminos metafÃsicos de la vida, como persiguiendo una imposible búsqueda existencial, de la misma manera, que el inolvidable protagonista de la novela "Adán Buenos Aires". Pintos estaba imbuido de una ciudad que se mostraba, en ese entonces, con la perspectiva de un paÃs mejor y como una de las capitales del mundo más destacadas en proyección cultural.
Fidel fue hombre del Buenos Aires con calles empedradas, de los cines y teatros con localidades agotadas. Un Buenos Aires que Fidel experimentó con gente que, en definitiva, lo instruyó en la academia de la vida para que pudiera plasmar a cada uno de esos personajes tan queribles.
Y aquà vale reparar en uno de sus mejores logros. Su creación del personaje de sanatero, que supo interpretar tanto en la radio como en la televisión y que fue realizado, luego, en el programa "Operación Ja-Ja" en sus dos cuadros principales: «La peluquerÃa de don Mateo» y «Polémica en el bar» junto a Javier Portales, Vicente La Russa, Mario Sánchez, Adolfo GarcÃa Grau y Juan Carlos Altavista , en el rol de Minguito Tinguitella.
Precisamente, la sanata que empleaba Fidel Pintos en su derrotero cómico, según los diccionarios de lunfardo (el argot de Buenos Aires) es una «manera de hablar confusa, incomprensible, en la que se expone un argumento sin sentido ni ideas claras».
Por otra parte, uno de sus aportes que va a marcar su derrotero profesional estuvo centrado a fines de la década del 40 y cuyo germen nació, probablemente, en la presentación que llevaba a cabo de orquestas tÃpicas y cantores solistas en distintos espectáculos. En esa etapa se hizo muy fuerte su pasión- en este caso como compositor. Y esta actividad le permitió, entonces, llegar a los hermanos Rubistein, con quienes harÃa una firme amistad a punto tal de ser considerado su hombre de confianza. Y a partir de este episodio, su vida va a presentar valiosos giros en su trayectoria. Muchas de ellos impensados.
A todo esto, en 1950 en "Radio Callao", va a dar curso a otra de sus grandes pasiones: el humor radial, oportunidad en que plasmarÃa a dos de sus clásicos personajes: "Churrinche" y "Mesié Canesú", trabajos que se erigieron en verdadero hitos de su carrera.
Y en ese devenir de pujantes desafÃos que lo mostraban como un gran creador a través de la comedia picaresca, se trasladó, luego, al teatro de revistas. Cabe señalar que compartió cartel con importantÃsimas vedettes como Susana Giménez, Moria Casán, Ethel Rojo y Nélida Lobato.
Puntualmente, ya en los años sesenta era una figura definitiva de la escena de Buenos Aires, pero su consagración se harÃa presente en la televisión, componiendo un personaje especial, indeleblemente porteño, que hablaba de una forma confusa, incomprensible, sin sentido y que conocerÃamos como «sanata».
Asà dadas las cosas, marcó este estilo personal único junto a los más grandes cómicos de su tiempo en "La peluquerÃa de Don Mateo", con Jorge Porcel y en los programas "Operación, ja, ja" y "Polémica en el bar", de los hermanos Hugo y Gerardo Sofovich.
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