El insólito robo del féretro de Chaplin: secuestrados que regateaban y una viuda que no querĂ­a pagar ni un centavo

El genial actor murió el 25 de diciembre de 1977. Cuatro meses después sus restos desaparecieron del cementerio suizo donde habĂ­a sido enterrado.

Dos improvisados delincuentes fueron los protagonistas de una historia de la que Chaplin, seguramente, se habrĂ­a inspirado para hacer una pelĂ­cula.

No le gustaba la Navidad porque le hacĂ­a recordar sus años de infancia tristes, pobres, llenos de privaciones en el marginal East End londinense (hoy paradójicamente uno de los lugares de moda de la capital británica).

En esa barriada donde Jack El Destripador habĂ­a cometido sus horrendos crĂ­menes, justo el año anterior al nacimiento de Charles Spencer Chaplin, el 16 de abril de 1889. Su padre alcohólico los habĂ­a abandonado cuando aún era un niño -habĂ­a formado otra familia- y su madre, actriz, terminarĂ­a sus dĂ­as en un manicomio.

Los años pasaron. El éxito llegó. Y el genial actor y director -autor de 80 pelĂ­culas y uno de los fundadores de United Artists- vivĂ­a en Lausana, Suiza, donde se habĂ­a radicado luego de abandonar los Estados Unidos en 1952 cuando el macartismo lo acusó de comunista.

Ya lo acompañaba su cuarta esposa, Oona O’Neill, con quien se habĂ­a casado en 1943. Él contaba con 54 años y tres fracasos matrimoniales y ella era una bella joven de muy buena posición económica que habĂ­a cumplido los 18 años. Se habĂ­an conocido cuando Oona se le presentó y le dijo que querĂ­a ser actriz.



Era la hija de Eugene O’Neill, reconocido dramaturgo, premio Nobel de Literatura, que no titubeó en acusar de “sádico” a su futuro yerno. De nada valió que amenazara con desheredar a su hija si daba ese paso.

Se casaron el 16 de junio de ese año. Tuvieron 8 hijos. Chaplin serĂ­a el padre del último a los 73 años.

Su muerte

En sus últimos años, Chaplin sufrió los estragos de una demencia senil, que se le agravó con el asma. Casi no hablaba y en su última aparición pública, el mismo año de su muerte, fue a un circo donde los payasos le obsequiaron, a modo de homenaje, sus narices rojas.

A las 4 de la mañana del 25 de diciembre de 1977 falleció de una hemorragia cerebral, mientras dormĂ­a en su residencia de Manoir de Ban, un palacio construido en 1840 rodeado de 14 hectáreas de campo. Fue enterrado el 27, en una ceremonia privada, en el cementerio de Corsier-sur-Vevey, en Suiza.

Pero aún faltaba el final de pelĂ­cula.

Un macabro secuestro

El 1 de marzo de 1978 descubrieron que el féretro con los restos de Chaplin habĂ­a sido sustraĂ­do. La sepultura aún no tenĂ­a la lápida definitiva, y los responsables del hecho ni se tomaron la molestia en volver a tapar la fosa. Las únicas pistas con las que contaba la policĂ­a local eran las huellas de neumático, posiblemente de un furgón, y algunas pisadas.



Se pensó en una suerte de venganza de algún grupo antisemita por la genial parodia que Chaplin habĂ­a hecho de Adolf Hitler en El Gran Dictador, de 1940 (dicen que el propio Hitler la habĂ­a visto dos veces), y también se creyó que se lo habĂ­an llevado en secreto para enterrarlo en Gran Bretaña, su paĂ­s natal.

Durante semanas, en la residencia familiar se atendieron múltiples llamados de gente que daba pistas falsas. En toda Europa se habĂ­a dado la alerta a las distintas policĂ­as y en puestos fronterizos.

Hasta que un dĂ­a, la incertidumbre terminó cuando los verdaderos delincuentes se comunicaron con la familia. Exigieron 600 mil francos suizos. La viuda no solo se negó a pagar esa suma. No querĂ­a pagarles ni un centavo.

Ellos contraofertaron 600 mil, pero en dólares. Nuevamente, obtuvieron la negativa de Oona, a quien la situación le parecĂ­a muy ridĂ­cula.

Los secuestradores ya no exigĂ­an. Cuando volvieron a llamar, lo hicieron con una oferta de 500 mil dólares. Nuevamente la negativa.

Llegaron a bajar a 100 mil dólares, y la policĂ­a convenció a Oona para que aceptase la oferta y asĂ­ detenerlos.

Fue el mayordomo quien llevó el dinero del rescate a un lugar determinado. Pero un lugareño reconoció el auto de Chaplin, manejado por un extraño –en el lugar todos se conocĂ­an- dio la voz de alerta y la operación se frustró.



Entonces, los secuestradores indicaron que harĂ­an una última llamada el 17 de mayo a las 9:30 horas para acordar la nueva forma de pago. La policĂ­a, que tenĂ­a vigilada cerca de 200 cabinas telefónicas de la zona, no demoró en detenerlos.

Fueron identificados como Roman Joseph Wardas, un polaco de 24 años, y Gantscho Ganev, un búlgaro de 38, ambos mecánicos desocupados, y que habĂ­an ideado este secuestro como una forma rápida de obtener dinero sin que nadie saliese lastimado.

El féretro lo habĂ­an enterrado en un campo de maĂ­z, a escaso un kilómetro de la casa del actor. Cuando todo pasó, el dueño del campo, con un oportuno sentido del humor, colocó un letrero que decĂ­a: “AquĂ­ descansó Charles Chaplin. Brevemente”.

Vuelto a su lugar original en el cementerio, le colocaron una pesada losa de hormigón para evitar inhumaciones imprevistas.

La viuda perdonó a los culpables, quienes le mandaron una carta disculpándose. “Charlie lo hubiera encontrado ridĂ­culo”, dijo. Por qué, hasta hubiese imaginado este desenlace como el final de una pelĂ­cula.

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