La historia la escribió el periodista Facundo Di Genova en su libro âEn el lejano Sudesteâ: integra una serie de sucesos enigmáticos en un pequeño pueblo bonaerense donde se infiltró el nazismo. La vida en la Argentina de Pedro Ricardo Olmo, la identidad oculta del criminal de guerra nazi Walter Kutschmann, y el periodis
Una cámara de gas para perros callejeros y un refugio seguro en Miramar: el nazi vendido por 1 peso
Cuando Pedro Ricardo Olmo llegó a la Argentina el 16 de enero de 1948 a bordo del barco Monte Ambato, lo primero que hizo fue presentarse como sacerdote. El joven de 34 años vestĂa el tradicional atuendo de los frailes carmelitas y portaba un documento otorgado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de España que certificaba su profesión de âreligiosoâ. Al poco tiempo de su estancia en el paĂs, el padre Olmo se relajó y abandonó los hábitos, solicitó la ciudadanĂa argentina y se casó con Geralda Baeumler, una joven alemana nacida en Schonebeck en 1921, quien además contaba con pasaporte estadounidense.
Su nuevo trabajo como jefe de compras de la empresa Osram le permitió al ex carmelita madrileño llevar una vida sin sobresaltos en la Ciudad de Buenos Aires durante más de un cuarto de siglo, hasta que el Centro Simon Wiesenthal lo señaló por su verdadero nombre.
Olmo era en realidad Walter Kutschmann, nacido en Dresde en 1914 y responsable como capitán SS de la muerte de miles de judĂos en Polonia y de la deportación de ciudadanos franceses hacia los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial.
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Kutschmann fue fotografiado por primera vez en 1975. El periodista de GENTE Alfredo Serra lo descubrió en Miramar. Él confesó su identidad, pero siguió libre muchos años más
Un año antes de la rendición alemana de 1945, Kutschmann habĂa sido destinado hacia el frente Oriental para pelear contra los rusos, pero se evadió y se escondió en España. AllĂ aprovechó los vĂnculos con los fascistas españoles y con la modista francesa Coco Chanel, amante de otro alto cuadro nazi como Hans Guther von Dinklage.
Más allá de que podĂa haber sido caracterizado como un traidor por renunciar a sus responsabilidades militares hacia el final de la guerra, sus contactos le posibilitaron el ingreso a la organización odessa, una red secreta que ayudó a escapar a cientos de criminales ss de la justicia europea y cuyo jefe en Sudamérica fue Klaus Barbie, «El carnicero de Lyon»: Barbie se radicó después en Bolivia, con ayuda de los servicios secretos estadounidenses, haciéndose pasar por el emprendedor judĂo Klaus Altmann.
Cuando la verdadera identidad de Pedro Ricardo Olmo salió a la luz en Buenos Aires, el ex oficial nazi que integraba el servicio de espionaje sd de Heinrich Himmler fue despedido de Osram, después de más de veinte años de trabajo.
Con la indemnización, el responsable de la matanza de al menos 2000 judĂos polacos partió en secreto hacia un lugar lejos de la Capital Federal, y de los cazadores de nazis, donde otros alte kameraden pudieran facilitarle una estadĂa segura.
Paradójicamente, Kutschmann se radicó en uno de los balnearios preferidos de la comunidad israelita de Buenos Aires, con cuyas asociaciones habĂa mantenido una relación de cercanĂa desde su arribo al paĂs en calidad de sacerdote español.
AsĂ fue como Pedro Ricardo Olmo llegó a Miramar.
Facundo Di Genova unió una serie de historias misteriosas en Mar del Sud, un pequeño pueblo costero de la provincia de Buenos Aires. La de Kutschmann es solo una de esas
Olmo vivió junto a su esposa Geralda Baeumler de Olmo plácidamente en Miramar, ciudad cabecera del partido bonaerense de General Alvarado, entre Mar del Plata y Mar del Sud. Pero alguien volvió a señalarlo en el verano de 1975: el periodista argentino Alfredo Serra.
Serra, que habĂa sido el único reportero en entrevistar al nazi Klaus «Altmann» Barbie en una cárcel de Bolivia, buscaba al viejo Kutschmann desde hacĂa meses, hasta que obtuvo la información precisa sobre su paradero a cambio de una suma de dinero irrisoria, luego de una misteriosa entrevista con una persona que jamás reveló su nombre. El periodista pagó 1 peso para saber dónde se escondĂa el capitán ss.
El dĂa que Serra lo vio bajar de su Mercedes Benz color gris modelo 1950 patente c465177 y caminar hacia la puerta de su casa en la calle 29, a metros de la rambla de Miramar, le gritó con todas sus fuerzas: âÂĄKutschmann!â, âSaltó como si hubiera pisado una serpienteâ, escribió Serra.
Serra publicó el reportaje en la revista Gente, revelando que el inofensivo Pedro Olmo era en realidad el brutal Walter Kutschmann, cuyo pedido de arresto habĂa sido emitido por Interpol de Alemania. Pero la justicia argentina no hizo nada. Tampoco ocurrió nada cuando dos periodistas del diario Tiempo Argentino lo fotografiaron en 1982, en la misma ciudad, hacia el final de la dictadura, distribuyendo luego su imagen en diferentes agencias de noticias.
El criminal de guerra siguió viviendo en uno de los balnearios preferidos de la comunidad judĂa de Buenos Aires sin mayores sobresaltos durante casi una década. Cuando se le volvió a perder el rastro, los vecinos de Miramar ya lo conocĂan como âel naziâ.
Kutschmann fue finalmente detenido el 14 de noviembre de 1985 en Florida, partido de Vicente López, en la zona norte de la provincia de Buenos Aires. Esta vez, el gobierno democrático del presidente Raúl AlfonsĂn le habĂa dado luz verde a la Interpol, que lo apresó para ser extraditado hacia Alemania. HabĂa vivido más de la mitad de su vida como Pedro Olmo, pero ahora volvĂa a ser el criminal de guerra nazi Walter Kutschmann, de una buena vez y para siempre. El 30 de agosto de 1986 murió de un ataque al corazón en el hospital Fernández, dĂas antes de ser devuelto a su paĂs.
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Cuando fue interrogado por la justicia argentina, Kutschman dijo que se dedicaba a la âprotección de animalesâ junto con su esposa Geralda Baeumler. Según cómo se mire, esto era cierto. La señora Baeumler, junto con un grupo de mujeres alemanas, habĂa fundado la Asociación Amigas de los Animales o AAA, siglas que coincidĂan sugestivamente con las de la organización terrorista paraestatal Alianza Anticomunista Argentina.
âLa condición de miembro de la asociación se hallaba restringida a las personas partidarias de la eutanasia para los perros abandonados, un esfuerzo al que la AAA colaboraba donando pequeñas cámaras de gas a diversos municipios de la provincia de Buenos Airesâ, cuenta Uki Goñi en La auténtica Odessa. Fuga nazi a la Argentina.
Silvia Urich, autora del libro Los perritos bandidos profundizó el tema de las cámaras de gas para exterminar perros y gatos callejeros que eran facilitadas a los centros antirrábicos de los municipios bonaerenses por el matrimonio Kutschmann-Baeumler.
Sus revelaciones hielan la sangre hasta el punto de tener la certeza de que ni al novelista más sádico se le hubiera ocurrido un argumento literario de esta naturaleza: un alto cuadro nazi que habĂa tenido responsabilidad en el asesinato de miles de personas en las cámaras de gas ahora proporcionaba pequeñas cámaras de gas para matar animales desamparados.
âÂżQuiénes podrĂan integrar la AAA? Todos los que acordaran con los propósitos de la asociación y aceptaran la aplicación de la eutanasia por razones de vejez, enfermedad o fuerza mayor âreveló Urichâ. La sede legal se estableció en Sucre 2907 (Belgrano, Capital Federal), donde vivĂan Geralda Baeumler y su esposo Pedro Ricardo Olmo [antes de refugiarse en Miramar]â.
Urich cuenta que la actividad de la Asociación Amigas de Animales consistĂa en rescatar perros y gatos de la calle y reubicarlos en nuevos hogares: âA lo largo de 1974 recogieron 1400 animales. Consiguieron hogares para 90. Los postulados de la entidad hacen presumir que el resto, bien por vejez o por enfermedad o por las cada vez más imperiosas razones de fuerza mayor, fue sacrificadoâ.
La autora documentó además que para 1985, cuando el matrimonio Kutschmann-Baeumler estuvo en el ojo de la tormenta, la AAA rubricó un convenio con la Dirección de Zoonosis de la provincia de Buenos Aires. âLa institución se comprometió a donar alimento balanceado, algunas cajas de cirugĂa para realizar esterilizaciones y materiales para construir cámaras de gas en los antirrábicos y, a cambio, recibió la autorización para controlar el trato que se les dispensaba a los animales capturadosâ, destacó Urich.
La AAA proporcionó 16 cámaras de gas a diferentes centros antirrábicos del territorio bonaerense, entre ellos San Isidro, Vicente López y Miramar. Sus directoras solĂan advertir a los intendentes de cada partido que retirarĂan su apoyo si los antirrábicos optaban por mantener con vida a los animales que no tuvieran dueño.
âNingún funcionario halló nada extraño en que la institución âde las alemanasâ se hubiera especializado en regalar cámaras de gas. Por el contrario âescribió Urichâ, en diciembre de 1990 la Dirección de Zoonosis formuló un reglamento denominado âPautas Generales para el Funcionamiento Interno de Servicios Antirrábicosâ, en el que estableció que el monóxido de carbono [las cámaras de gas] era uno de los métodos idóneos para el sacrificio de animalesâ.
Esta asociación âproteccionistaâ de animales fue fundada en 1973 en el barrio de Belgrano por Geralda Baeumler, entre otras siete mujeres de origen alemán como Erika Eduviges Albrecht de Protzen, Marta Bernardina Appuhn de Beilicke y MarĂa Maud Niederberger de Schmidt, según se consigna en el libro de Urich.
Cuando el viernes 17 de julio de 1991 el diario Página/12 publicó la historia sobre la âentidad protectora con pasado naziâ, la nota fue ilustrada con la foto de un Volkswagen Escarabajo blanco, propiedad de uno de los integrantes de las AAA. Un vehĂculo sugestivamente idéntico al Beetle que verano tras verano llegaba a la casita de los alemanes de Mar del Sud, donde fue hallada oculta la lápida de Richard Schmidt, el tesorero del Partido Nazi Argentino.