En noviembre de 1981, el Banco Central de la República Argentina emitió el billete de más alta denominación en todo el mundo.
En noviembre de 1981, el Banco Central de la República Argentina emitió el billete de más alta denominación en todo el mundo. Ante el descalabro de la economĂa, el reemplazo del entonces presidente de facto Roberto Viola por Leopoldo Galtieri y la llegada de Jorge Anaya a la Armada dieron pie a la operación Malvinas como válvula de escape
Según una evaluación de la época, la caĂda de MarĂa Estela MartĂnez de Perón, en marzo de 1976, no se debió a una sola razón. Entre otras, el clima de violencia generalizado; la desobediencia social generalizada y, sobrevolando, envolviéndolo todo, el desborde de todas las variables de la economĂa. Ya en la Memoria del Banco Central de 1975 se pueden observar los sĂntomas de la inocultable descomposición argentina. Son las mismas autoridades justicialistas las que los describieron: âEl año 1975 se caracterizó por severas dificultades en el sector externo, la aceleración del proceso inflacionario y una disminución en el nivel de actividad económica. Mientras las primeras se manifestaron durante todo el año, la inflación se hizo más aguda a partir de junio y las tendencias recesivas se evidenciaron desde el tercer trimestreâ. Todos estos males no solo no pudieron ser solucionados sino que se agravaron durante la gestión de Jorge Rafael Videla y su ministro José Alfredo MartĂnez de Hoz, entre 1976 y marzo de 1981.
El general Roberto Eduardo Viola asumió la presidencia de facto el 29 de marzo de 1981 y durante las semanas previas a la toma del cargo los informes que salĂan al exterior acerca de la situación financiera eran preocupantes: como afirmó un observador, el martes 3 febrero de 1981, alterando las pautas cambiarias, se produjo en Buenos Aires una devaluación del 10% del peso por pedido de las autoridades que iban a asumir en marzo. En vez de lograr el sosiego que se buscaba sacaron a la luz del dĂa la fragilidad de la situación económica.
El paĂs perdĂa aproximadamente 300 millones de dólares por dĂa y aunque el precio de la moneda norteamericana tocaba los 2.400 pesos no se encontraba en las casas de cambio. ParecĂa existir un clima de pregolpe contra Viola y era parte del enorme desgaste que soportaba tras seis meses en el llano preparando su asunción. La responsabilidad de la erosión era primordialmente de las Fuerzas Armadas y también de un final poco feliz del equipo económico de MartĂnez de Hoz.
En otro informe de marzo de 1981 se decĂa: âHoy el precio del âcall moneyâ estuvo entre los 450 y 500% anual y las empresas debĂan tomar dinero al 300% anual. La semana pasada se fueron [de la Argentina] entre 1.000 y 1.100 millones de dólares. Esto motivó que el viernes 20 de marzo se cierren de las casas de cambio con la PolicĂa y que se estableciera el control de cambio (la compra de dólares es con pasaporte, boleto de viaje en la mano y no más de 20 mil dólares después de llenar una planilla para la DGI)â. El observador, además, señalaba que âla gente que está por asumir parece que ya lleva tres años en el gobierno, ha sufrido un gran desgaste. No sé si no se debe pensar en que algo tendrá que precipitarse. Hay dos alternativas: 1) El golpe dentro del golpe del propio Viola; 2) Un golpe de Galtieri o del mismo general Domingo Bussi (antes de que los liquiden, pasándolos a retiro cerca de fin de año).
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Frente al desconcierto reinante y tratando de tender un bálsamo, Álvaro Alsogaray opinó el 27 de marzo en El Economista: âEs posible que pocas veces, en la historia argentina, un Presidente de la República haya llegado al gobierno en circunstancias tan difĂciles. Corresponde al general Roberto Viola iniciar una nueva etapa, dentro del proceso en curso, en medio de tremendas dificultades que abarcan a todas las áreas del quehacer nacionalâ, y habló de âel fracaso experimentado y la oportunidad perdidaâ, es decir del gobierno de Videla y la gestión de MartĂnez de Hoz. Criticó la âinflación reprimidaâ, el desarrollismo y la mentalidad faraónica y el âpragmatismo y el gradualismoâ. Sin embargo, dĂas antes, contradiciendo al ingeniero Alsogaray, el teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri realizó una exposición ante los generales en actividad en la que calificó de âflorecienteâ a la situación económica.
Sin tener en cuenta lo que afirmó Galtieri, el nuevo Ministro de EconomĂa, Lorenzo Sigaut, centró sus crĂticas en MartĂnez de Hoz, haciéndolo responsable de la crisis económica y el nuevo ministro de Salud Pública (Amilcar ArgĂŒelles) exponĂa públicamente el doloroso estado de las villas de emergencia. Es decir, la miseria. Demasiadas palabras después de mucho tiempo de silencio. Las crĂticas más severas sobre la anterior gestión económica partĂan desde el mismo gobierno militar. Al anunciar una serie de medidas para reducir el gasto público y socorrer financieramente a las empresas, el ministro Sigaut blanqueó la situación: informó públicamente que la deuda externa heredada de la gestión de José Alfredo MartĂnez de Hoz alcanzaba a unos 30.000 millones de dólares y que para el fin del año llegarĂa a 35.000 millones y las reservas sumaban alrededor de 5.500 millones y preveĂa un déficit de la balanza comercial de casi 3.000 millones de dólares. Del déficit del presupuesto nacional para 1981, calculado originariamente en un 2,3 por ciento del PBI, Sigaut dijo que sólo en el primer trimestre habĂa llegado al 4,2 por ciento. La Unión Industrial Argentina (UIA) calificó a las medidas del ministro como âinsuficientesâ frente a âla más grave crisis de la historiaâ.
âHa estallado la cúpula militar porque los MartĂnez de Hoz van contra los Sigaut, los militares retirados van contra los que están en actividad. Los primeros van contra los segundos. Los argentinos no queremos más enfrentamientos. Estaremos de pie, enfrente, esperando que se vayan del poderâ, observó Carlos ContĂn, el sucesor de BalbĂn.
Palabras, puras palabras, que no se corresponderĂan con su conducta a partir de abril de 1982. Con el paso de las semanas y los meses la crisis económica fue desnudando una situación que pocos habĂan vaticinado y el poder de Viola se constreñĂa. El semanario estadounidense Newsweek del 16 de agosto, le contó a sus lectores: âLa Junta de Gobierno argentina se reunió con el presidente Roberto Viola en julio y le dio un ultimátum. O estabiliza la economĂa del paĂs, agobiada por la inflación, en dos meses, o es reemplazado. [...] Su sucesor probablemente sea el general Leopoldo Galtieri, el oficial que Viola eligió en 1979 para que lo suceda como comandante en jefe del Ejército. Observadores pronostican que Galtieri podrĂa devolver a la Argentina una era de polĂticas sociales y monetarias más rigurosas que aquellas impuestas por el más moderado Violaâ. Como meros ejemplos de la degradación ya circulaban los billetes de 100 mil y 500 mil pesos.
El viernes 11 de septiembre, el almirante Jorge Isaac Anaya juró como comandante en jefe de la Armada. Al asumir en la Fuerza, Anaya dio un mensaje con algunos objetivos fundamentales: âDefensa de la soberanĂa nacional en todo el ámbito marĂtimo, lo que nos demandará una incesante vigilancia y la disposición permanente para realizar los mayores sacrificios. El Proceso de Reorganización Nacional, de cuyo éxito somos indeclinablemente corresponsables, debe alcanzar sus objetivos y asegurar que la Argentina no vuelva a sufrir las frustraciones y los dramas del pasadoâ. Sin decirlo hablaba del atolladero del año 1973. Por su parte, el almirante Armando Lambruschini, el comandante que se iba, dijo que âlas Fuerzas Armadas no están aisladasâ. No sabĂa de qué hablaba.
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Mientras continuaban los rumores de golpe contra Viola y arreciaba la crisis económica, el 13 de octubre, el Presidente y su equipo económico expusieron frente a la Junta Militar en el edificio de la Armada, durante horas y horas, los planes del Ejecutivo hasta 1984. Solamente la participación de Lorenzo Sigaut duró seis horas.
Todo lo que trascendĂa al exterior de la Argentina parecĂa una comedia de enredos: mientras el ministro de EconomĂa, Lorenzo Sigaut, decĂa âel que apuesta al dólar pierdeâ, la gente se agolpaba frente a las casas de cambio para comprar dólares. En un lapsus linguae, el ministro de Comercio e Intereses MarĂtimos, Carlos GarcĂa MartĂnez, durante un âoff the recordâ con periodistas acreditados en su Ministerio, llegó a decir que la Argentina estaba âal borde del colapsoâ. ParecĂa verdad, pero no era cuestión de ventilarla porque costó la huida de 400 millones de dólares del sistema financiero.
Al margen del desorden que se extendĂa por el paĂs, noviembre de 1981 es un mes clave. Primero, como admitiendo el fracaso de toda la gestión económica y financiera del Proceso de Reorganización Nacional, el presidente del Banco Central de la República Argentina, Egidio Ianella, puso su firma en el nuevo billete de un millón de pesos que comenzaba a circular. El billete de más alta nominación del mundo. Con sus casi sesenta años de edad, era la segunda vez que comandaba el BCRA y le toco reconocer que la lucha contra la inflación era un fracaso (148,6 % durante el perĂodo). Segundo, el lunes 2 de noviembre, en Washington, el general Galtieri era homenajeado por lo más selecto del gobierno de Ronald Reagan y ahĂ nacĂa lo del âgeneral majestuosoâ dicho por Richard Allen consejero de seguridad de la Casa Blanca. Tercero, en Buenos Aires, el lunes 9 de noviembre de 1981, a las 15.05, el presidente Roberto Eduardo Viola junto con su esposa y su hijo salieron en su automóvil blindado rumbo al Hospital Militar Central. Sus Ăntimos dejaron trascender que la presión arterial habĂa alcanzado niveles peligrosos. Además del estrés, Viola era un hombre de 57 años que fumaba tres atados de âTrueâ diarios y bebĂa whisky sin discreción en sus largas conversaciones. Su fĂsico estaba muy desgastado y aparentaba más edad, por eso lo llamaban âel Viejoâ. Su desgaste no se reflejaba solamente en su persona, era su gobierno, el Proceso, el que ya no tenĂa margen de maniobra. âEl proceso no puede ser manchadoâ, afirmó Galtieri.
El domingo 29 de noviembre, JoaquĂn Morales Solá le contó a los lectores en su acostumbrada columna polĂtica de ClarĂn que âuna sola cosa es cierta: algún cimbronazo polĂtico conmoverá a la Argentina antes de fin de añoâ. Ni el periodista, a quien trataban de âpoetaâ, ni sus lectores, imaginaban lo que habrĂa de suceder a partir de diciembre. En los recoletos escritorios navales ya se hablaba de la Operación Malvinas como âuna válvula de escapeâ para recuperar el prestigio perdido y âcambiar el humor social de esta sociedadâ. A su manera, Anaya lo confesaba asĂ: âEl proceso se ha deteriorado mucho y tenemos que buscar un elemento que aglutine a la sociedad. Ese elemento es Malvinasâ. El 22 de diciembre de 1981, el mismo dĂa que asumió Galtieri, el almirante Anaya daba la primera orden de preparar âun plan actualizadoâ para âla ocupaciónâ de Puerto Stanley. Ya nada serĂa igual.