Los secretos de Tato Bores: del hablar rápido por padecer âel miedo del toreroâ a la razón por la cual usaba frac
Mauricio Borensztein, tal su verdadero nombre, fue el mayor humorista polĂtico de televisión. Sus crĂticas ácidas y furibundas hicieron temblar a más de uno. Logró hacer reĂr y pensar a varias generaciones de argentinos. Hoy cumplirĂa 95 años
A más de un argentino el nombre Mauricio Borensztein âle suenaâ, pero si se nombra a Tato Bores, no existe argentino -sobre todo nacido en el siglo pasado- que no sepa quién es ese hombre que durante décadas hizo reĂr y pensar.
Nació un 27 de abril pero hace 95 años y, como el tĂtulo del sainete de Vaccarezza, âsu cuna fue un conventilloâ en Tucumán y Carlos Pellegrini. En la casa de Zure y Samuel no sobraba nada y faltaba bastante, tanto que el hijo se duchaba una vez por semana en los baños públicos de la ciudad. Para ayudar un poco consiguió un trabajo por lo menos original: abridor de puertas de coches en la vereda del Teatro Cervantes.
Sus comienzos en el espectáculo fueron en 1943. TenĂa 14 años cuando empezó como plomo de la orquesta de Luis Rolero que tocaba en el programa de Pepe Arias, por Radio Splendid. Para esa época Tato abandonó el secundario. Quedó libre por exceso de faltas, aunque a veces él contaba que lo echaron âpor burroâ.
Rodeado de músicos decidió que serĂa clarinetista; con poca paciencia para estudiar, comenzó a destacarse contando chistes. En una despedida de solteros se cruzó con Pepe Iglesias. Sus bromas lograron no solo su carcajada, sino también una invitación a ser su partenaire. Su personaje del alumno Igor, un chico judĂo que contaba su travesuras por Splendid, pronto se hizo conocido y lo depositó en el teatro Maipo, donde brilló durante casi una década. En 1949 debutó en cine con dos producciones: Campeón a la fuerza y Un pecado por mes.
Berta y Tato Bores se casaron en 1954 y estuvieron juntos durante 42 años hasta el 11 de enero de 1996, dĂa en que murió el humorista. Tuvieron tres hijos: Marina, Alejandro y Sebastián Borensztein, a quienes su madre describĂa como âmuy buena genteâ
El año 54 no fue importante ni inolvidable en lo laboral, pero sĂ en lo personal: se casó con Berta Szpindler. La boda tuvo condimentos de novela. Los padres no querĂan que su hija se casara con un artista y como ella no le pidió a su novio que abandonara la carrera, la echaron de su casa. A Berta no le importó, el dĂa de la boda se casó con vestido y zapatos prestados pero sonrisa propia.
Tato admitĂa orgulloso que siempre le gustó más âla vida familiar que la farraâ y que para mantener un matrimonio tanto tiempo âhay que tenerlas de cemento armado, pero no solo el hombre: también la mujerâ. Berta se convirtió en su compañera incondicional que lo acompañó y sostuvo en buenas y malas. La familia se completó con la llegada de Alejandro, Sebastián y Marina. âNunca me dieron problemas ni debĂ ponerme excesivamente severoâ, contaba orgulloso.
En el 57, cuando las cámaras parecĂan cajones de fruta, Tato decidió probar en la televisión. El ciclo se llamaba Caras y Morisquetas, con guion de Landrú. TodavĂa no era referente del humor polĂtico pero comenzaba a serlo. âLas cosas que decĂamos de Rojas y Aramburu... Por ellos fue la frase âel que sabe sabe, y el que no sabe es jefeâ. Éramos inconscientesâ, recordaba de aquella época.
Fue en los 60 que nació el personaje que lo hizo inmortal: Tato Bores. Tato, siempre en domingo fue el primer ciclo donde apareció el hombre de frac y peluca. SeguirĂan otros tĂtulos âDĂgale sĂ a Tato, Déle crédito a Tato, Tato por ciento, Tato diet, Tato, que bien se tv, entre otros-, pero siempre manteniendo la esencia: frac, peluquĂn, flequillo, discurso aceleradĂsimo, llamadas telefónicas al presidente de turno, patines, acidez de crĂtico, insolencia de humorista y una excelencia poco habitual en televisión.
Federico Peralta Ramos solĂa ser invitado al programa de Tato Bores. Después de sus intervenciones, Tato remataba con un: "ÂżSabés cómo te entiendo, Federico? Te comprendo como si fueras mi propio hijo. ÂżPero sabés qué pasa? Hay una generación de gente joven que no te conoce ni te entiende"
Una de las caracterĂsticas de Tato era que hablaba rapidĂsimo. Lo que podĂa parecer un estilo en realidad era una estrategia. Es que aunque resulte increĂble, lo hacĂa porque le daba bastante vergĂŒenza estar frente al público. Hablaba veloz porque âtengo el miedo de torero: quiero terminar la faena rápidoâ, como explicó alguna vez. âEl torero que le tiene miedo al toro hace rápido todas las morisquetas que el público espera para matar al toro e irseâ.
Tato reconocĂa que era un obsesivo por no improvisar, por tener todo ensayado, por hacer las cosas bien, pero todo eso de debĂa no a un perfeccionismo profesional sino a su vergĂŒenza. âCuando termino en la tele, cuando sale el cartelito que dice âFue una producción de Proartelâ, es el peor momento porque hay que empezar de nuevoâ. Otra explicación a la rapidez de sus palabras lo remontaba a sus comienzos en el teatro de revistas. âNo me dejaban estar mucho en el escenario asĂ que me apuraba. Además si yo me perpetuaba en escena, Âżqué hacĂan las figuras más importantes?â.
Su personaje siempre vestĂa frac. No era por Ănfulas de pituco, lo usaba porque âcomo los gobiernos cambian tanto de ministros, embajadores y secretarios, hay que estar listo en caso de que nos toque un cargoâ. Algo de razón tenĂa: desde su primera aparición en televisión pasaron 16 presidentes y 37 ministros de EconomĂa.
Alejandro AgustĂn Lanusse lo invitó al casamiento de su hija después de que Tato Bores se quejara en su programa por no haber sido invitado anteriormente. Como presidente Carlos Menem fue al programa en tres oportunidades y el humorista tuvo que aclarar: âNo somos amigosâ
Otro distintivo era la peluca, la comenzó a lucir el dĂa que descubrió que podĂa decir más cosas disfrazado que vestido normalmente. Agregó los anteojos sin vidrio y el cigarro. Fumaba dos por programa, no se apagaban y sabĂa darle la pitada en el momento justo.
En dĂas de grabación entraba al canal a las ocho de la mañana y muchas veces terminaba a las nueve de la noche. âEs tan arrasador el trabajo, tal la energĂa mental que me consume, que cuando termino ya no me acuerdo de lo que hiceâ, le contaba a Marcelo Birmajer en una entrevista allá por el 93. Alcanza un dato para medir su entrega: finalizado el programa se quedaba afónico un par de dĂas.
Como describió Marcelo Figueras, Tato era el bufón de la corte: divertĂa a los poderosos (âLos militares se mataban de risa con el programaâ, solĂa decir, incrédulo), y mientras los dictadores se reĂan, colaba la estocada. Quizá por eso tenĂa sobre su escritorio un cartelito con dos palabras: âDarse cuentaâ.
Aunque muy premiado, Tato no creĂa en los premios. La culpa la tuvo la primera distinción que le dieron. Fue en Montevideo, cuando el presidente del Club Atenas, conmovido con el monólogo de ese joven de 21 años, subió al escenario y para homenajearlo se sacó un prendedor de oro de la solapa y se lo entregó. Tato casi llora de emoción pero al terminar la actuación, el hombre se acercó y le exigió la devolución del prendedor con un âNo lo habrás tomado en serio, pibeâŠâ. Jamás se volvió a tomar en serio un galardón, tanto que cuando lo nombraron Ciudadano Ilustre de Buenos Aires comentó: âNo puedo ser ciudadano ilustre de una ciudad que nombra ciudadano ilustre a un tipo como yoâ.
Tato Bores disfrutó de la música de Ástor Piazzolla en vivo en su programa, en 1990
Tato fue uno de los primeros en descubrir que trabajar para vivir no es lo mismo que vivir para trabajar. Parece un juego de palabras pero por más cursi que suene, es un juego de vida. Sus programas nunca duraban más de seis meses: la otra mitad del año Tato personaje descansaba y Mauricio Borensztein vivĂa en Punta del Este, disfrutando de la costa, de la familia, de lo lindo de su linda vida.
Aunque sus personajes eran amados por el público no pasó lo mismo con aquellos que detentan âel palito de abollar ideologĂasâ, como decĂa Mafalda. Cuando interpretaba al alumno Igor, desde el Ministerio de Educación lo prohibieron porque los chicos hablaban como su personaje. En 1974, Dele crédito a Tato, escrito por Aldo Cammarota, fue sacado del aire. âMe rajaron al dĂa siguiente de morir Perón, por mandato de López Regaâ, contarĂa. Se refugió en unipersonales teatrales.
En 1979 volvió a la televisión con Tato versus Tato. Fue un regreso con gloria pero sin calma, lo llamaron por teléfono y lo amenazaron: âHay una bomba en el palier de su casa, no hable másââ. No era broma, la bomba estaba y se pudo desactivar. Tato no se acobardó y siguió con su programa. En 1987 los tres canales, en ese momento estatales, se negaron a contratarlo porque âno habĂa nada para decirâ.
Sin duda el hecho más recordado ocurrió el 10 de mayo de 1992. La jueza federal MarĂa Servini de CubrĂa pidió que se censurara parte de la apertura de Tato de América. El programa se emitió y aquellas imágenes en las que se aludĂa a Servini fueron tapadas con un cartel que decĂa âCensura judicialâ. Tato Bores habĂa prometido contestar con humor. Y asĂ fue: buena parte de la colonia artĂstica, músicos y periodistas se juntaron para cantar âLa jueza Barú Budú BudĂa, es lo más grande que hayâ. Recuerde o conozca el lector ese momento:
AsĂ como Tato poseĂa una habilidad única para decir sus monólogos -pronunció dos mil, y siempre de memoria- también la tenĂa para elegir sus libretistas. Trabajó con Carlos Warnes (alias César Bruto), Aldo Cammarota y Juan Carlos Mesa, pero también con Oscar Blotta, Carlos Abrevaya, Jorge Guinzburg, Basurto, Geno DĂaz, Santiago Varela y José MarĂa Jaunarena. Sus libretistas admiraban el rigor y el respeto que ejercĂa con los textos. Jamás improvisó una sola lĂnea, todos sus parlamentos estaban escritos y lo que no, se negaba a decirlo. Desarrolló una memoria gigante que le permitĂa recordar unas seis mil palabras por programa. Compare el lector con esta nota, que tiene dos mil.
PodrĂa haberse quedado en la comodidad de lo conocido pero en 1988 sorprendió con Tato diet. Sus hijos, Alejandro y Sebastián, se hicieron cargo de la producción y renovaron textos y estética. Apareció un âinodoro justicieroâ y las canciones escritas por Charly GarcĂa para el programa. âYo trabajaba siempre solo, el libretista y yo. Ahora piensan por mĂ y ya no tengo que estudiar tanto como estudiabaâ, decĂa.
Tato Bores en sus programas mezclaba monólogos, algunos sketch y musicales. Sobre el final, invitaba a comer sus clásicos tallarines a figuras de renombre, como Susana Giménez o Mirtha Legrand, además de funcionarios y polĂticos
Tato aseguraba que la clave de su éxito y vigencia era decir âen broma lo que todos quisieran decir en serioâ. Van algunos ejemplos de la década del 90:
âPresidente, si a usted le gusta tanto el fútbol Âżpor qué no de da la AFA el rango de ministerio? Ya sé, hay siete, pero se arregla fácil. Saque alguno que no se use mucho: Trabajo, Educación, Justiciaâ. (En 1993, presidencia de Menem).
âEste es un paĂs con premisas claras: en verano no hay ni electricidad ni agua. En invierno no hay gas. Sin embargo lo seguro es que los teléfonos andan mal todo el año. Servicios caros y malos, pero eso sĂ: sin sorpresasâ.
âLos comunicadores sociales son como los loros: le dan al pico, se van por las ramas, te miran de arriba y ya son plagaâ.
âEl gran corrupto no va en cana nunca. Escuchen: Yaciretá, la leche podrida, la escuela shoping, Al Kassar y los 40 pasaportes, los DNI, pilas de denuncias y un solo tipo en cana, Mario Caserta. No se entiende si está en cana por sus cosas o fue en representación de los demásâ.
âA ver si entendĂ bien: Âżustedes con los impuestos a las tarifas, los tarifazos, guadañan toda la âmoscaâ, la gente se queda sin guita, no compran dólares y asĂ el dólar baja? ÂĄSĂ la gente está más seca que galleta de campo, no solo no pueden comprar dólares, sino que no pueden comprar morfi, no pueden comprar remedios, no pueden comprar pilchas!â.
âUna vecina me contó: âTato a mi almacén me lo asaltan todos los dĂas, no podemos atender al público porque los asaltantes nos ocupan demasiado tiempoââ.
En 1993 realizó su último programa: Good Show. No fue el final esperado, se lo levantaron sin muchas explicaciones. âHubo una mano negraâ, aseguró. Ya no volvió. El 11 de enero de 1996 un agresivo cáncer óseo lo derrotó. Desde entonces se extraña al caballero de anteojos gruesos y peluca. Tato aseguraba: âMe rajaron varias veces, pero nunca me quedé con ganas de decir nadaâ. Y es cierto, dijo todo lo que tenĂa que decir, pero todavĂa nos quedan muchas ganas de escucharlo.
"Desde que era chiquitito que vengo escuchando que hay que sacrificarse en aras del futuro. El lema nacional siempre ha sido 'jódanse hoy para disfrutar mañana'. Y uno pone el hombro, pero el futuro por definición se pianta y uno jamás lo puede alcanzar", decĂa Tato Bores en unos de sus clásicos monólogos allá por el año 1989