Todos hablan y se preguntan qué pasa en el Área 51. Los tours invitan a los visitantes a descubrir la aerolínea que “no existe” en el Aeropuerto Internacional McCarran antes de ir directo a las inmediaciones de la base aérea, en el lago Groom. Este fue un lugar que las voces oficiales negaron durante décadas, aunque siempre estuvo ahí, indicaron desde Infobae.
Por el camino se atraviesan algunos de los desiertos más desolados, aunque espectaculares, del mundo. Más allá de lo misterioso del destino final, en el camino es posible observar los antiguos petroglifos indios de casi dos metros de tamaño y explorar el misterioso lago seco donde se han notificado avistamientos de ovnis.
Luego, se puede continuar por la carretera “extraterrestre” hasta llegar a Little A’le’ Inn, escenario de numerosas películas como Día de la Independencia. Black Mailbox es el paso siguiente para explorar un lugar de encuentro sagrado entre los entusiastas de los avistajes extraterrestres.
Las excursiones llegan al perímetro del Área 51 a través de un bosque. Allí es posible descubrir los puestos desde donde los guardias vigilan gracias a dispositivos de detección y cámaras instaladas en cactus. La CIA, la Comisión de Energía Atómica y otros departamentos gubernamentales han utilizado este sitio desde 1955 para pruebas nucleares altamente secretas, testeo de aviones no tripulados y naves espía que vuelan a tres veces la velocidad del sonido por casi 5.ooo kilómetros sin necesidad de reabastecimiento.
El sitio es tan secreto que el gobierno norteamericano ni siquiera admitió su existencia hasta 2013. El Área 51 está al noroeste de Las Vegas y forma parte de un extenso complejo militar de casi 150 hectáreas que incluyen el Sitio de Pruebas de Nevada, que se estableció para testeos de armas nucleares, y el campo de pruebas y entrenamiento de Nevada para vuelos y prácticas de tiro. Su espacio aéreo está restringido y la base está estrictamente prohibida para visitantes no invitados, lo que desencadena teorías de conspiración sobre qué es exactamente lo que Estados Unidos esconde detrás de las señales de advertencia, los guardias armados y la vigilancia electrónica.
En 1955, la CIA necesitaba una base para probar el prototipo de sus aviones espías U-2. Los espías querían un área remota, de fácil acceso por aire y con buen clima durante todo el año. Tenía que acomodar a un gran número de personas, estar equipado con instalaciones de almacenamiento de combustible y estar cerca de una instalación de la Fuerza Aérea (USAF), y poder contener una pista de al menos 2,5 kilómetros de largo. El sur de Nevada cumplía los requisitos.
El Área 51 también se ha utilizado para probar el sucesor del U-2, el A-12 Oxcart, un avión de reconocimiento Mach 3+ de gran altitud diseñado para evitar las defensas aéreas de la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Se han desarrollado al menos seis aviones espía estadounidenses en la base, incluidos los de combate furtivos F-117 Nighthawk utilizados en Afganistán e Irak, pero el Área 51 no es solo para probar aviones y pilotos. Documentos desclasificados de la CIA muestran que bajo un proyecto cuyo nombre en código es “Have Doughnut”, la Fuerza Aérea de EE. UU. obtuvo un avión de combate soviético MiG-21 cuando un piloto iraquí desertó a Israel. El personal del Área 51 realizó ingeniería inversa del jet Mach 2 para ver cómo se desempeñaba en contraste con los cazas estadounidenses.