La visita de Queen, un partido de tenis bajo techo y una pileta enterrada en la arena: las historias del Gran Hotel Provincial

El edifiicio diseñado por el arquitecto Alejandro Bustillo está ubicado en el corazón de Mar del Plata y sus pasillos guardan un pasado que apasiona.

Los lujos como la posibilidad de tomar baños con agua de mar en las habitaciones a presidentes, reyes y estrellas de Hollywood que fueron sus huéspedes

Emplazado sobre el boulevard Patricio Peralta Ramos el Gran Hotel Provincial es desde hace 70 años el telón de fondo de Mar del Plata. El ladrillo a la vista del frente en contraste con las molduras en piedra, los ventanales de dos pisos, la arquitectura que comparte con el Casino Central, hacen del conjunto de edificios creados por Alejandro Bustillo sobre la Rambla Bristol una postal inequĂ­voca y monumental de la ciudad.

Por esos pasillos caminó parte de la historia de Mar del Plata y de la Argentina desde 1950, pero además, siguen apareciendo datos que escriben nuevos capĂ­tulos a destiempo. Uno de ellos, el más reciente, la confirmación a partir de las memorias del fotógrafo de Queen, Peter Hince, de que en 1981 cuando la banda británica liderada por Freddie Mercury se presentó en el Estadio Mundialista, se hospedó en el hotel.

En su libro Queen nunca visto: mi vida con la banda más grande del siglo XX, el fotógrafo recordó el paso del grupo por La Feliz y en 2017 un periodista del diario La Capital recuperó esos párrafos, logrando reconstruir los movimientos de la banda en suelo marplatense y enlazarlos a la historia del Provincial.



El Provincial estuvo cerrado 10 años entre 1998 y 2008, década en la que se vio seriamente dañado en su estructura, pero en la que además se perdieron la mayor parte de los registros de los huéspedes; Freddie Mercury, Brian May, John Deacon y Roger Taylor incluidos.

“Nuestro hotel, el Provincial, estaba situado frente al mar y evocaba a los grandes hoteles de los años ’30 con escaleras estilo Art Decó de gran amplitud que desembocaban en un primer piso que ostentaba un cuarteto de cuerdas ejecutando una pieza sobre la pista de baile circular de piso parqué. Recuerdo ver gente sentada en pequeñas mesas tomando té y café bajo el techo de cristal en forma de domo. Todo aquello se asemejaba a la ciudad de BerlĂ­n previa a la guerra”, describe en su libro Hince.



“El dato apareció hace poco, sale el comentario en un diario local y a mĂ­ me lo cuenta una compañera, porque además yo soy fanática. Entonces empecé a investigar, lamentablemente no pude dar con ninguna fotografĂ­a que evidenciara que habĂ­an estado, pero estuvieron. Y a partir de un reportaje, de una anécdota que se cuenta, pensamos que Freddie estuvo en alguna de las habitaciones con vista al mar”, le contó a Infobae una de las personas que más sabe de la historia del Provincial, Lidia Gallucci, encargada los jueves y sábados a las 11:00 hs. desde 2014, de dar visitas guiadas a los huéspedes.

Y la anécdota a la que hace referencia la escribió en sus memorias Peter Freestone, secretario personal de Mercury, e incluye una pelea entre el cantante y su entonces pareja Peter Morgan. “La suite de Freddie tenĂ­a una hermosa vista hacia la Rambla lo que, para mejor o para peor, llevó a la ruptura de su tormentosa relación”, explica Freestone, antes de lanzarse a narrar la secuencia que también es rescatada por el diario marplatense en 2017 y que echó luz sobre los dĂ­as del lĂ­der de Queen en la ciudad balnearia:

“Freddie sabĂ­a que en ningún momento de su estadĂ­a en Sudamérica él iba a ser capaz de salir de shopping debido a los riesgos de seguridad. No tenĂ­a más opción que quedarse en el hotel muy en contra de su voluntad. Luego de pedirle a Peter que se quedara haciéndole compañĂ­a, este le respondió que saldrĂ­a a dar un corto paseo. Sin tener otra cosa que hacer, Freddie estaba contemplando la vista desde el balcón de su habitación cuando vio a Peter caminando por la rambla próxima a la costa con un joven a quien Freddie no conocĂ­a. Inmediatamente pudo ver que no se trataba de dos desconocidos debido a lo que dejaba entrever el lenguaje corporal de aquellos. Lo que finalmente convenció a Freddie de ponerle punto final a la relación fue que Peter Morgan negó rotundamente haber estado caminando por la Rambla a su regreso al hotel”.



“Yo empecé a trabajar en el 2008 y como mucha gente que vive en la ciudad de Mar del Plata no conocĂ­a el hotel, no conocĂ­a sus dimensiones, mucho menos sus salones y habitaciones. A mĂ­ particularmente me juega a favor que la arquitectura me encanta y hace 6 años me ofrecieron hacer las visitas guiadas, lo que para mĂ­ fue un orgullo”, cuenta Lidia, que pasó por Recepción, Reservas, el Departamento Comercial y que hoy desanda dos veces a la semana, gratis, apenas una parte de la historia del Provincial para los huéspedes que quieran escucharla.

Pero no sólo el mundo de la música pisó esas alfombras. En el año 1954, a sólo 4 años de su inauguración, se realizó en el hotel lo que fue la antesala al Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, presentado entonces como la Primera Muestra Cinematográfica (no competitiva) y concebida bajo la presidencia de Juan Domingo Perón. En su primera edición, 18 paĂ­ses estuvieron representados por 52 largometrajes y 49 cortometrajes de realizadores como Vittorio de Sica, Luis Buñuel, Anthony Mann e Ingmar Bergman, entre muchos otros.

También el deporte también tuvo un lugar bajo el techo de Bustillo. “En el año 2008 cuando se abre el hotel en vĂ­speras de lo que es la Copa Davis, una de las atracciones fue en el Salón de Las Américas, un espacio de 1400 metros cuadrados, donde se instaló una cancha de tenis de césped sintético, se hicieron dos gradas y se jugaron partidos amistosos durante la tarde. Recuerdo que en aquel momento yo estaba en recepción y cuando me tomaba mi break, era para asomarme a mirar porque era maravilloso eso. Entre otros jugaron Guillermo Vilas y David Nalbandian, por ejemplo, y de todo eso sĂ­ hay registro porque es algo que ocurrió cerca en el tiempo”, siguió Lidia con emoción.



Las historias dan la sensación de ser infinitas. Desde la Suite Presidencial -que durante la estadĂ­a del Rey Juan Carlos y la Reina SofĂ­a de España en 2010 cambió su nombre a Suite Real-, con espacio para huéspedes, salas de estar, cambiadores, livings, muebles de estilo y habitaciones para empleados. AllĂ­, el ventanal principal tiene vista al mar, el balneario y también la pileta del hotel, la que estuvo enterrada durante 10 años bajo la arena sin que muchos marplatenses lo supieran.

“En lo que es hoy el balneario estaba enterrada la pileta y la gente ignoraba totalmente que esto estuviera ahĂ­. Yo llegué a esta ciudad en el año ’83 y resulta que conocĂ­a pero no tanto... no recuerdo el balneario. Entre 1998 y 2008, que pasaba siempre por la Playa Bristol, no tengo registro de que haya existido un balneario en ese lugar y mucho menos una pileta”, admitió Lidia, que si tiene que elegir algo del hotel, no duda en responder: “A mĂ­ lo que más me emociona es su arquitectura”.

“A veces fantaseo con cuánta gente pudo haber recorrido estos espacios, quién fue la persona que pisó este lugar, cuántas historias maravillosas pueden haber sucedido, congresos, eventos, exposiciones, gente que simplemente vino a vacacionar a lo largo de los años... Mucha gente que me encuentro hoy en dĂ­a me cuenta ‘me trajo mi mamá’, ‘me trajo mi papá’, ‘vine cuando me casé’. Creo que todo hotel lo vive, pero este es un Ă­cono de la ciudad de Mar del Plata”, compartió la guĂ­a.



El hotel, pensado para la aristocracia, además de nombres propios y eventos históricos que lo tuvieron como escenario, tuvo sus excentricidades. Entre ellas se destacaba el doble mando en el grifo del baño de las habitaciones, para poder usar agua dulce o salada, si es que se querĂ­a tomar un “baño de mar”. En ese momento las cañerĂ­as eran de plomo, material que más tarde se descubrirĂ­a podĂ­a afectar la salud. Al ser reabierto en 2008, el costo de la instalación necesaria para que ese lujo fuera posible, resultó injustificado.

Una historia de censura tras los murales del hall principal

La obra no pasa desapercibida. Es una creación de César Bustillo, hijo de Alejandro, que se inauguró en el año 1950, cuando el pintor tenĂ­a 38 años. El proyecto de los murales comenzó en 1948 por ofrecimiento de su padre, también arquitecto del Hotel Llao Llao en Bariloche y la sede central del Banco Nación en la ciudad de Buenos Aires. Pero el artista no heredó sólo el prestigio del apellido, sino también la bronca que su progenitor habĂ­a despertado en la sociedad marplatense.



“La historia es que Mar del Plata no querĂ­a a Alejandro Bustillo, porque para hacer el Hotel Provincial y el Casino demolió la rambla que los marplatenses apreciaban mucho”, le explicó a Infobae la periodista e investigadora Ana MarĂ­a de Mena, autora del libro César Ave-Los muros de Bustillo.

“De alguna manera me parece que César Bustillo con sus murales pagó los platos rotos del desamor que en ese momento Mar del Plata le tenĂ­a a su padre”, agregó la escritora, detective histórica, amante de “dar novedades” aunque hayan ocurrido años atrás, como la censura y envidia tras los muros del Hotel Provincial.

“De hecho yo viajé a Mar del Plata cuando hice la investigación en el año 2002 y me encontré con que no habĂ­a una sola lĂ­nea escrita sobre los murales de César Bustillo. Y en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Mar del Plata no habĂ­a un solo texto relacionado al arquitecto Alejandro Bustillo, lo que me llamó mucho la atención. El arquitecto marplatense Roberto Cova, que además es historiador, me dio la clave de esto cuando me dijo: ‘Pero señora, Âżcómo vamos a querer a Bustillo si le cambió la postal a Mar del Plata e hizo donde estaba la hermosa rambla su complejo de Casino y Hotel Provincial?’”, compartió.



En su trabajo Bustillo escogió a Eolo, dios de los vientos, para que se uniera con diosas “fenomenales” americanas: la sensual Tórrida, la gélida Antártica, Cordillera y Nube, de las cuales nacieron las “Eólidas”: Eólida Tórrido identificando los vientos cálidos al norte, Eólida Antártico, por los frĂ­os del sur, Eólida Andino por los secos del oeste, y Eólida Atlántico por los vientos húmedos del este.

“La incomprensión, la ignorancia y la pacaterĂ­a -que siempre tienen adeptos dispuestos- confluyeron para que las pinturas de Bustillo desataran filias y fobias con fervor inusitado. Pero el blanco preferido de quienes atacaban los frescos, eran los desnudos”, describe en su libro la autora, la ola de crĂ­ticas que siguieron a la creación de los seis murales.



Tras las crĂ­ticas, las autoridades le pidieron a Bustillo que “vistiera” los desnudos de sus pinturas. “El ‘iracundo’ pintor mostró su protesta con un gesto de especial sarcasmo: colocó los andamios, pero sólo realizaba el trabajo durante los fines de semana y en la hora de mayor afluencia de público. Entonces, silbando y riendo por debajo de los bigotes, cumplĂ­a a desgano la púdica tarea”, publicó el diario El Mundo. Pero no serĂ­a el único revés contra el artista y su obra.

En febrero de 1954, cuando se acercaba la realización del Primer Festival Internacional de Cine organizado por la SecretarĂ­a de Informaciones de la Presidencia de la Nación, al que concurrirĂ­an prestigiosos actores norteamericanos y europeos, los murales volvieron a atraer las miradas. “Por fin los artistas del mundo podrán admirar a un artista argentino”, recopila el libro de De Mena la frase de José De Bernardi, asesor artĂ­stico del Hotel Provincial, fervoroso defensor de los frescos de Bustillo.

Pero no pasó. El mismo dĂ­a de ese comentario Raúl A. Apold, Subsecretario de Comunicaciones, en persona, fue a observar los murales. “Que los tapen; al general Perón le gustan las cosas naturales”, ordenó en una extraña alusión al cuerpo humano como “antinatural”. Dos dĂ­as después obreros desplegaron grandes lienzos sobre las pinturas.


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