Se tiró por vos: a 20 años de salto de Charly a la pileta de un hotel de Mendoza

El 3 de marzo de 2000, Charly GarcĂ­a desafió lĂ­mites y coqueteó con la inmortalidad. En el Hotel Aconcagua de la capital mendocina, se arrojó desde el 9° piso a una piscina ubicada en el nivel 2. Reconstrucción de aquella locura, desde el lugar de los hechos.

“Está cerrada la piscina, señor”. La conserje del hotel mendocino RaĂ­ces Aconcagua advierte que no se puede acceder a su natatorio en temporada otoño-invierno, pero inmediatamente cumple con un gesto que puede responder a un posicionamiento de marca. “¿SabĂ­a usted que esta es la piscina a la que se arrojó Charly GarcĂ­a en 2000?”.

“Claro, por eso querĂ­a sacarme una foto en la orilla. Lo considero un sitio histórico”, fue mi respuesta como huésped de ocasión, o como parte de una numerosa comitiva que releva una nueva edición de los Premios Gardel, la primera que se realiza en el interior del paĂ­s.

Este diálogo se produce en el segundo piso, que es el nivel donde coinciden recepción y piscina. GarcĂ­a saltó hasta allĂ­ procedente del noveno, por lo que el neto de aire surcado por su larguirucha humanidad fue el correspondiente a siete pisos.



Una altura respetable, claro. Pueden ser dos trampolines del Club Municipal u otros tantos de la pileta del camping que el Centro de Empleados de Comercio tiene en las cercanĂ­as de Alta Gracia. Cada uno usará la proporción que le indique su memoria emotiva. La mĂ­a va por ahĂ­.

Lo cierto es que, a golpe de vista, la distancia entre habitación y nivel de agua es eterna. Y agiganta la proeza que Charly GarcĂ­a llevó adelante el 3 de marzo de 2000, fecha en la que decidió saltar hacia esa pileta mediana y muy lejos de estar llena.

Si bien el incidente alumbró dos canciones de un exaltado renacimiento de Sui Generis, los fundamentos del salto no deben buscarse sólo allĂ­, sino también en los acontecimientos previos, en los que se mezclan divertimento de genio, alucinación de una fan y prepotencia institucional.

Al menos eso surge del relato de Fernando Szereszevsky, exmánager de GarcĂ­a y testigo presencial.

“He escuchado muchas anécdotas que han ido deformando la historia. Por eso siempre rescato que en ese momento sólo estábamos cuatro personas junto a Charly: Nito Mestre, Marcelo Lavalle, Gabriel Ganem y yo”, apuntó Szereszevsky en una nota con el programa Perros de la calle, de la radio porteña Metro.

“Esto empezó tres dĂ­as antes –continuó–. Vamos a tocar a Mendoza. Año 2000, DarĂ­o Lopérfido es Secretario de Cultura y se hacĂ­an los ciclos Buenos Aires Vivo y Argentina Vivo. En realidad, vamos a un show con Mercedes Sosa en el estadio mundialista de la ciudad. Cuando estaba Mercedes en el medio, Charly se convertĂ­a en un niño total, asĂ­ que todo bien. Pero cuando lo terminamos, habĂ­a que atender las ganas de GarcĂ­a de comer y bailar. Porque a él le gustaba hacer eso en los post shows”.

“Por lo general, los productores nos seteaban un lugar para quedarnos y hacer eso. Eso le transmitĂ­ a Lopérfido. ‘SĂ­, sĂ­, ya te lo consigo’, me decĂ­a. Se aproximaba el show y le insistĂ­: ‘DarĂ­o, no te olvides’. ‘Ya tenemos el lugar, está todo OK’, me contestó y me mandó a un asistente”, completó Szereszevsky, al tiempo que reveló que esa persona le habĂ­a precisado que se trataba de un boliche gay.

Siempre de acuerdo con el relato del productor, apenas la comitiva llegó al lugar (de nombre La Reserva), Charly se soltó y se puso a bailar: “HabrĂ­a 40 o 50 personas, y en un salón contiguo estaba preparada la cena. Vamos hacia allá y empezamos a comer. De repente, un mozo me dice: ‘Señor, hay una señora que se quiere sacar una foto con Charly’. ‘Decile que, apenas termine de cenar, Charly va y se la saca’. ‘Mire, la señora está bastante insistente’”.

“Entonces tuve que ir a ver qué onda. Le explico lo mismo a la señora y esta me dice: ‘No se la quiere sacar conmigo porque soy vieja y gorda’. No, pará, estás equivocada. No se la quiere sacar porque está cenando’, le retruco. ‘No, no es por eso. Ustedes son todos iguales, unos hijos de puta’, me tiró. Como no habĂ­a mucho más que hacer, me volvĂ­ a la mesa sin decirle nada a Charly”, complementó.

Lejos de desactivarse, a las tres de la mañana apareció esta señora y le dijo a GarcĂ­a: “Charly, pedazo de hijo de puta, no te quisiste sacar la foto conmigo” y le partió el vaso en la frente. Charly se toca, nota su sangre demarrada y Szereszevsky lo sube a la combi. “Llegamos al hotel a las cinco de la mañana y el bardo continuó hasta las siete, hora en la que, finalmente, me acuesto a dormir. Ocho de mañana, suena el teléfono y el conserje: ‘Señor, Âżpuede bajar? Lo está buscando la PolicĂ­a. Hay una denuncia. Contra Charly’. Me pongo en autos y caigo en que algo pasó con los de seguridad y la señora, pero ella lo denunció a Charly. Subo, le cuento a él toda la situación y me dice: ‘De acá no me muevo’”, señaló Szereszevsky sobre un procedimiento que movilizó 20 efectivos, un comisario y hasta el mismo jefe policial de Mendoza.







Hotel sitiado

Un hotel sitiado por la fuerza hizo pensar a GarcĂ­a que lo mejor era llamar a su abogado Carlos. “Pero si tu abogado es Guillermo, Charly”, le observó el mánager, a lo que el músico contestó: “No, boludo, Carlos Menem. Llámalo”. 

“Pude llegar a él a instancias de Alberto Kohan, que habĂ­a sido mi jefe. Menem estaba jugando al golf en Ascochinga. ‘Mirá, Charly, declará y andate de Mendoza en el primer vuelo que consigas’, le sugirió Menem y lo tranquilizó. A todo esto, el jefe de PolicĂ­a, que me canchereaba porque no creĂ­a que hablaba con el expresidente, me arrebata el teléfono y grita ‘¿Quién habla ahĂ­?’. Cuando se dio cuenta de que efectivamente era Menem, el tipo se asustó. Igual, salimos para los tribunales de Mendoza”, ilustró Szereszevsky antes de entrar de lleno al disparador del salto más temerario de la historia del rock, tanto a escala nacional como internacional.

“La movida judicial se hizo larguĂ­sima. Legalmente se resolvió todo rápido, pero retenĂ­an a Charly porque querĂ­an verlo los empleados –revela–. Y asĂ­ fue que un policĂ­a de 200 kilos lo miró fijo y le dijo: ‘¿Viste, putito, que todos somos iguales ante la ley?’. Charly se para, se le tira encima, lo agarra de la solapa y le lanza: ‘PolicĂ­a pobre de Mendoza, mĂ­rame las manos. Yo soy Charly GarcĂ­a y vos sos un policĂ­a pobre de Mendoza. Eso te pasa por no estudiar. No soy igual que vos, no soy igual que vos”.

Eso es lo que quedó retumbando en la mente de GarcĂ­a cuando junto con su mánager salió intempestivamente del palacio judicial. “No soy igual que vos, no soy igual que vos”, repetĂ­a como un mantra.

“Casi llegando al hotel, le digo a Charly: ‘Seguimos el consejo de Menem: agarramos las cosas y nos vamos’. Pero él no estuvo muy de acuerdo. ‘No nos vamos. Armame un show que quiero tocar en Mendoza, no me voy de acá sin tocar’. Uffff
 Y en ese plan estábamos a la otra mañana, cuando sentados con (el asistente) Gabriel Ganem en un balconcito a la pileta vemos que Charly caminaba exaltado por la habitación y que tira un muñequito por la ventana. Cinco minutos después, Charly pasa corriendo y se tira. Lo primero que le digo a Gabriel es ‘¡¡¡Se mató!!!’. En eso, nos asomamos  y lo vemos nadando. Bajé corriendo por las escaleras, con taquicardia. Y lo primero que se me ocurrió fue agarrarlo de la cara y gritarle: ‘¿Qué hiciste, hijo de puta?’, ‘¿Sabés qué? Decile al policĂ­a pobre de Mendoza que, si es igual que yo, venga y se tire del noveno piso’”, cierra Szereszevsky sobre el incidente que tuvo lugar ante una guardia periodĂ­stica monstruosa. De hecho, la filmación de la caĂ­da es de un fotógrafo parapetado sobre la calle San Lorenzo.



–¿Cómo ves en perspectiva este hito fĂ­sico-psĂ­quico-artĂ­stico en la vida de Charly? 

–Lo que pasó ahĂ­ fue un hecho totalmente bisagra de su vida por varias razones. De movida, no se explica cómo salió ileso un tipo de un metro 90 que se tiró a una pileta con agua a la mitad, pero aun asĂ­ el incidente le sirvió para dos cosas. Como él es un artista, convirtió a ese hecho en dos canciones y en un concepto. Y, por otro lado, lo empoderó al lĂ­mite de sentirse un dios, un Superman. Conseguir esa sensación de poder volar y no matarse le dio ese golpe final de sentirse inmortal. Si él siempre fue un arriesgado en su vida personal, con este salto sus lĂ­mites se corrieron un poco más y jugó más fuerte en todo. Y eso concluyó en su caĂ­da final, que se produjo nuevamente en Mendoza, cuando quedó internado.

Para Roque Di Pietro, analista obsesivo de la obra de GarcĂ­a y autor del libro Esta noche toca Charly, el salto en cuestión tiene un lugar de privilegio en la iconografĂ­a nacional. “Maradona saltando ante Shilton con el brazo extendido y el puño cerrado; Charly GarcĂ­a flotando en el viento mendocino de camino a una pileta semivacĂ­a. Cualquier persona que haya habitado este suelo sabe cómo terminaron esas historias”, dice Di Pietro al atender a VOS.

Y sigue: “’El salto mendocino’ es una de las últimas performances extramusicales de Charly GarcĂ­a. Mientras unos pisos más abajo el entonces ministro del Interior, Alberto Flamarique, ofrecĂ­a una conferencia de prensa, pasó volando para abajo Charly GarcĂ­a, en segundo plano, como la música incidental (o ruido de fondo) que atraviesa la pelĂ­cula de este paĂ­s del último medio siglo”.

Di Pietro sugiere que esa, quizás, fue la última imagen icónica de este artista fuera de los escenarios, quizás una actualización de aquella bajada de pantalones el 8 de diciembre de 1983 en la cancha de Atenas, en Córdoba, dos dĂ­as antes de la asunción de AlfonsĂ­n.

“Como era de esperar en un artista como GarcĂ­a, el salto inolvidable se transformó en insumos para su obra: dos canciones hablan de eso (Me tiré por vos y Noveno B, grabadas en el disco SinfonĂ­as para adolescentes), una serie de recitales en Obras pocos meses después se tituló "Me tiré por vos" y su afiche callejero que empapelaba Buenos Aires era, justamente, un fotograma de aquella providencial filmación (hay toda una historia alrededor del único camarógrafo que registró casi de casualidad ese momento)”, precisa Di Pietro antes de echar luz sobre el tiempo presente.

“Esas mismas imágenes tienen un lugar destacado (durante la interpretación del tema Rivalidad) desde las pantallas de (el show) La torre de Tesla –apunta–. No falta mucho para que esa pileta sea atracción turĂ­stica”. 

Eso, precisamente, es lo que me faltaba contar: en el RaĂ­ces Aconcagua no hay una plaqueta recordatoria.


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